En 2015 los ingresos fiscales de China fueron de 1,69 trillones de dólares, el presupuesto nacional ascendió a 2,63 trillones de dólares, la nueva deuda emitida fue de 1,26 trillones de dólares y la deuda pública alcanzó los 4,70 trillones de dólares.
Para entender mejor estos datos macroeconómicos vamos a restar ocho ceros a cada cifra y a usar un lenguaje más común. Imagine que en lugar de China, estamos hablando de las finanzas de un hogar.
Tendríamos una familia que gana 16,900$ anuales, que cada año tiene gastos que ascienden a 26,300$, que tiene un saldo deudor en su tarjeta de crédito de 12,600$ y que acumula una deuda con el banco de 47,000$.Nadie quiere ver a su familia en una situación financiera similar. No obstante, cuando quien presenta estas cuentas es China, todo resulta ser distinto.
La economía del gigante asiático despierta verdadera admiración alrededor del mundo. Al “milagro chino” se le atribuyen todas las virtudes.
Y parece indudable que China pronto será la primera potencia mundial.¿Qué hace que aun presentando estas cuentas sea considerada la economía con mejor porvenir? China es un país colosal. Es el más poblado del mundo, el cuarto con mayor superficie, tiene la segunda economía mundial y lleva casi dos décadas siendo uno de los países con mayor crecimiento del PIB.
Sin embargo, como ocurre en las economías domésticas, no por ganar, gastar o tener más, una persona es más próspera.
Todos conocemos a alguien que gana mucho dinero pero que gasta todavía más, recurriendo a un endeudamiento sistemático. Muchos se dejan deslumbrar y confunden el flujo de caja con los beneficios.
Lo mismo ocurre con el gigante asiático. Muchos quedan deslumbrados por sus cifras sin detenerse a analizarlas.El Producto Interior Bruto es la suma del consumo privado, más el consumo público, más la inversión, más las exportaciones, menos las importaciones. Por tanto, el PIB es un indicador que permite conocer el valor de la producción de bienes y servicios de un país.
Pero no hay que confundir la producción con la prosperidad.Los distintos componentes del PIB pueden ser alterados con medidas de política económica para ofrecer buenos resultados en este indicador.
Pero un excesivo intervencionismo en la economía conlleva grandes riesgos a medio y largo plazo.Un gobierno puede hacer crecer el consumo privado bajando impuestos y facilitando el endeudamiento de las familias.
Por ejemplo, se puede crear un programa para facilitar la compra de viviendas mediante incentivos fiscales y préstamos subsidiados por el Estado. Sin embargo, iniciativas como esta acostumbran a crear burbujas inmobiliarias.Incrementar el nivel de consumo público es fácil para un Estado, solamente tiene que decidir gastar más. Y si no tiene suficientes recursos, puede emitir deuda pública para captar fondos.
Pero igual que en las economías domésticas, un sobrendeudamiento puede llevar a la quiebra.Se pueden atraer inversiones bajando los impuestos y privando a los trabajadores de sus derechos.
Una reforma laboral que disminuya los salarios ayudará a incentivar la inversión. Pero también creará desigualdad, pobreza y conflictividad social.Para favorecer las exportaciones y restringir las importaciones la herramienta más útil es la devaluación de la moneda.
Esto hará que los productos nacionales sean más baratos para los clientes extranjeros, a la vez que encarecerá los productos extranjeros para los clientes nacionales. Pero las devaluaciones vienen acompañadas de inflación y si se abusa de ellas las consecuencias pueden ser funestas.
Todas estas medidas han sido usadas intensivamente por el gobierno chino y sus efectos adversos empiezan a dejarse ver. Wang Jianlin, el hombre más rico de China, ha advertido que se está gestando la mayor burbuja inmobiliaria de la historia.La deuda nacional ha experimentado un crecimiento del 185,9% en los últimos cinco años.
Y la deuda contraída por el conjunto de la economía china representa el 248,6% del PIB.
Esto está empezando inquietar a los creditores.Las inversiones extranjeras en la China siguen llegando atraídas por los beneficios fiscales, la inexistencia de derechos laborales y la mano de obra barata.
Más de la mitad de las exportaciones son hechas por empresas de capital extranjero que apenas dejan riqueza en el país y que contribuyen a que el 10% de la población viva con menos de 1$ al día.El yuan es devaluado por el gobierno chino de forma reiterada.
La última gran depreciación tuvo lugar en 2015 y fue el detonante que hizo explotar la burbuja bursátil que existía en el país. La bolsa china cayó un 30% en pocos días.China está jugando una mano a todo o nada.
Pero a pesar de hacer sus mejores esfuerzos el PIB lleva cinco años cayendo de forma imparable. Del 10,6% logrado en 2010 ha pasado al 6,9% en 2015. El crecimiento sigue siendo alto, pero no suficiente para sostener estos niveles de deuda, una población envejecida por culpa de la política de hijo único y un régimen dictatorial que anula la libertad política, económica y de prensa.
La situación social es tan crítica que el gobierno ha prohibido a los ciudadanos del centro del país desplazarse a las grandes ciudades.En Asia existió otro país con una floreciente economía que deslumbró al mundo. También contaba con una enorme y empobrecida población que no disfrutaba de ninguna libertad personal.
Y sus adelantos tecnológicos y sus faraónicas obras de ingeniería civil le daban la apariencia de ser el país más poderoso del mundo. Pero aquel castillo de naipes se derrumbó de la noche a la mañana.
La historia nos ha demostrado una y otra vez que es una guionista carecida de originalidad. China no es más que un remake de la URSS y cada día que pasa se desvanece la esperanza de ver un giro en los acontecimientos que evite revivir el mismo abrupto final.
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