Las palabras necias de quienes argumentan mediáticamente que los problemas de corrupción se solucionan con cambios en las leyes o en las instituciones, solo evidencian la miopía que no les deja ver la paja que tienen en ojos. Mientras haya quién haga uso de su autoridad para beneficio propio, así existan los siete organismos que en México operan para detectar, denunciar y sancionar los actos de corrupción, no habrá poder humano ni mesiánico que acabe con éste mal.
El problema es de valores, no de falta de instituciones. En el país existe la Secretaría de la Función Pública, la Auditoria Superior de la Nación, el Sistema Nacional Anticorrupción, además de la Fiscalía Anticorrupción, los principales entes para combatir el problema. Frente a otros países donde sólo existe una institución que resguarda y da cumplimiento a los mandatos sobre el tema. Instituciones hay, lo que siguen sin determinar son los valores.
Cierran una calle por marchas, composturas o lo que sea, y el papá pasa por la banqueta o en sentido contrario para llegar y estacionarse en doble fila para dejar a los hijos, que fueron testigo del acto heroico, en la escuela. O quienes en busca de un trabajo, mienten y agrandan sus hojas de vida con capacidades que no tienen; qué tal la pregunta de cajón, ¿nivel de inglés?: intermedio, se escribe con una seguridad tal en la solicitud que hasta el título de posgrado en Hardvard nos creemos. Memorables los casos entre los propios funcionarios de educación que ni el certificado de preparatoria pudieron demostrar.
Son demostraciones de falta de valores, y no solo eso, se convierten en un modus operandi de vida y de robo. Recién nos enteramos de la existencia de bandas delictivas que se dedican a solicitar trabajo en medianas y grandes empresas presentando grandes currículas y presentándose como personas honorables y capaces para ocupar las vacantes solicitadas. Pues bien se trata de una red bien armada de hampones que logran su objetivo gracias a que los sistemas de contratación de las empresas suelen ser muy laxos y dependen del “buen ojo” del reclutador o de una buena recomendación de un amigo o compadre.
Esa bandas lo que hacen es ir de una compañía a otra para ingresar, ocupar la plaza por unos cuanto meses, hasta que la empresa se dé cuenta de la pifia, y evitar salir despedidos anteponiendo un pleito o demanda ante las autoridades laborales. Más del 90 por ciento de las empresas prefiere negociar y pagar al estafador.
Y más aún las empresas que llegan a verse involucradas en una acusación de corrupción en la mayoría de los casos temen al daño que para su reputación les implique, pero poco les asustan las autoridades nacionales que no actuarán. Esta semana supimos por ejemplo de los contratos de la CFE y la empresa fabricante de medidores de energía IUSA, a la que se le investiga por contratos de hace dos años, y este es nuevamente proveedor cuando todavía la averiguación está en marcha.
Cosa que también pasa en otros países, y a lo grande. En Brasil en medio del gran escándalo que significó a escala mundial los sobornos de Odebrechet, se le asignó hace unos días, un contrato millonario para la obra monumental de un puente. Es decir, sigue la mata dando y creciendo el número de paternalistas que seguros están que un hombre vendrá a salvarnos. La culpa la tenemos todos, la responsabilidad muy pocos la asumen.
@lupitaromero