La semana comenzó atropellada para la Jefa de Gobierno. Un grupo de alrededor de 500 taxistas decidió que era momento de tomarle la palabra empeñada en campaña y poner de cabeza a la capital. De forma ordenada y dirigida de forma calculada, no solo cerraron el Paseo de la Reforma sino que, con una cantidad mínima de unidades, desquiciaron otras vialidades y hasta el aeropuerto de la ciudad.
Muchas horas después, los inconformes entraron a la Secretaría de Gobernación donde Ricardo Peralta tomaría el papel conferido en la puesta en escena: niño de los azotes. Escuchó quejas, reclamos y peticiones para, al final, salir en conferencia de prensa a prometer lo que no puede: combatir la tecnología.
Cierto, el servicio de los taxis en el país (incluido el 99.6 por ciento que no tomó de rehén la metrópoli) va en decremento desde hace décadas. No es su culpa: al igual que los camiones, las concesiones se dieron a algunos políticos o amigos de políticos que lucran con ellos a niveles que los operadores soportan a duras penas.
Con la aparición de Uber (seguido hoy en día por Didi en cuanto a preferencias y popularidad) la situación de los taxistas cambió drásticamente. Cierto: la base de la empresa no se encuentra en nuestro país y muchos de los impuestos se eluden a partir de mecánicas propias de cualquier saltimbanqui fiscal.
No obstante, la tecnología solo fue una salida rápida a las condiciones de oxidación del servicio público de transporte. No es la hemorragia sino la herida del hemofílico. La muerte del modelo actual del esquema público de transporte solo era cuestión de tiempo.
Algo similar pasará en otros aspectos de la vida, la educación por ejemplo.
La reforma educativa ejercida por el gobierno actual regresó el aspecto laboral a las condiciones del pasado, cuando el futuro apunta a que los normalistas tendrán problemas no solo por cuestiones de grilla sindical sino de recambio educativo.
Hoy en día alumnos de todas partes del país y de todas las clases sociales no solo se educan y aprenden a través de las clases, sino que los medios tradicionales y los digitales están en la pauta para la nueva educación nacional: sintética, arriesgada, parcial y poco objetiva, pero popular.
El futuro de las clases será digital y no hay normal que lo prevea. Seguimos en una obsesión que las cosas sigan estáticas o no salten hacia un futuro natural de evolución. No por nada las quejas pero, también esas, vienen de la añoranza del pasado.
Por increíble que parezca.
Portapapeles
Déjeme usar unos cuantos enunciados para varias ideas:
-Miguel Barbosa debiera de evitar relacionar cualquier desgracia personal con castigos divinos. Un hombre con diabetes avanzada debería ser cauteloso en sus dichos al respecto.
-El presidente advirtió que tienen rodeados a los corruptos. Siendo honestos, alguien que roba 92 camiones -así haya tratado de manera decente a los operadores- comete también un acto de corrupción y, en este caso, más que rodeados pereciera que los tienen apapachados.
¿A poco no?