Miguel León Portilla escribió una obra apasionante donde recupera la tradición indígena oral sobre la conquista y cómo los españoles llegaron y cometieron un genocidio de enormes proporciones a partir de –primero– las creencias de Moctezuma II sobre la caída del Imperio y, después, ante otros factores políticos y sociales que se sumaron a la prevalencia y ventaja hispana sobre los habitantes de este territorio.
La Visión de los Vencidos es la obra más conocida del historiador, escrita hace 62 años y, hoy, un camino de la parcial visión que tiene este gobierno sobre la Conquista.
Desde inicio del sexenio –y, curiosamente, en crecimiento en los últimos meses–, el gobierno de López Obrador ha intentado modificar la historia, no para complementarla a partir de los relatos históricos rezagados a partir de la simplificación histórica universal, sino hacer un reset o, ahora que está tan de moda, su multiverso transformador.
Según lo propuesto ahora, el camino social y cultural creado a partir de la llegada hispana no solo fue violenta, sino fracasada. Sí, se habla español, los apellidos son –en su mayoría– de origen hispano y hasta despechan en edificios creados en la época de La Colonia, pero el gobierno –federal y, por supuesto, capitalino– insiste en que la conquista no acabó con la cultura indígena, que ha resistido por 500 años una represión sistemática de una sociedad que ha querido borrar tradición, creencia y legado.
En esta versión, los gobernantes –todos con nombres españoles o descendientes de españoles o europeos–, tildan a Cortez y sus hombres de un grupo de desgraciados que trajeron peste, viruela, piojos y sarampión.
La visión propuesta en este 2021 insiste en resaltar lo violento, cruel y sangriento del encuentro entre españoles y mexicas. Difícilmente reconocen herencias o aciertos y, además, omiten la alianza con otros pueblos indígenas como los tlaxcaltecas quienes, hartos de los abusos y tributos a pagar son pena de matanza, optaron por pasarse del lado de los extranjeros para terminar con el atraco sistemático y –no hay que olvidarlo– de sacrificio humano.
Pero no nos vayamos con la finta: el cambio de discurso es de cartón, como la réplica del Templo Mayor que se encontraba en el Zócalo Capitalino.
En los hechos, el gobierno actual no ha actuado de manera justa o reivindicativa con indígenas. Estos han caído en una pobreza mayor a la encontrada en 2018. Erika Ramírez, reportera de la Revista Contralínea, lo resume en un párrafo: “De los aproximadamente 12 millones de indígenas en México, el 69.5 por ciento se encuentra en situación de pobreza, de acuerdo con el Coneval, es decir unos 8 millones 340 mil de personas. Aunado a ello, los pueblos originarios siguen padeciendo saqueo, miseria y discriminación”.
A esto, habría que agregar la exclusión de ellos en proyectos como el Tren Maya o el corredor Transístmico. Las protestas de pueblos indígenas contra proyectos de este gobierno se multiplican. López Obrador les saca la vuelta.
No fuera Díaz-Canel porque les pondría alfombra roja. De esa historia hablamos la próxima semana.
Gonzalo Oliveros