Entre los apodos que ostenta el mejor basquetbolista activo del mundo Kobe Bryant sobresalen dos: Míster 81 y la Mamba.
Míster 81 porque, como sabemos, es después de Wilt Chamberlain el jugador que más puntos ha anotado en un partido: en 2006 contra los Raptors de Toronto Bryant encestó 81 puntos de los 122 de su equipo los Lakers de los Ángeles: 66 por ciento de la producción total, algo que bordea el territorio del prodigio.
Es cierto que Chamberlain, el dos de marzo de 1982, anotó la friolera de 100 puntos: eran otros tiempos y el parangón ofende.
La Mamba es fuerte, rápida y peligrosa, como el enorme jugador Bryant, hijo de un ex basquetbolista.
Y luego de los problemas y los malos entendidos con el Shaq ONeal: un montaje de dolorosas consecuencias.
El Shaq se fue e hizo campeón a Miami. Kobe volvió a remar contra el sentido ordinario y ahora se propone, según dice, “alcanzar la perfección”.
El carismático escolta de los Lakers busca romper otras marcas, impelido por sus dos hijas, por su esposa y por su padre: apenas cuenta con 32 años.
Como sabemos, tal si se tratase de un relevo en la historia del deporte de Pennsylvania, Kobe (nombre de una ciudad japonesa y puesto a Bryant por sus padres tras la revisión de un menú de comida oriental) nació en la misma ciudad de Chamberlain: Filadelfia.
Se trata, sin duda, del jugador más completo de la NBA: defiende y ofende con parejo equilibrio.
Su versatilidad es pasmosa: ataca, tapona, produce rebotes, asiste, pasa y encesta.
Es una máquina de jugar basquetbol y si a esto agregamos una sencillez casi franciscana hemos de rendir tributo Kobe, una admiración sin orillas a la magnífica Mamba, al insuperable Kobe Bryant.
Que en paz descanse.