Lo que se presentó como la herramienta base de las medidas sanitarias para hacer frente a la pandemia, hoy es una política de incredulidad en todo el país, ese semáforo epidémico que dejó de ser creíble y sobre todo útil para todos los sectores.
El día en que fue presentado se asumió como una medida coherente, seria y correcta ante los embates de la pandemia, fue el 14 de mayo del año 2020 cuando se publicó en el Diario Oficial de la Federación y con el que se establecían colores y actividades permitidas para los sectores económicos, educativos y sociales. El semáforo entró en vigor el 1 de junio de ese mismo año.
Aunado a ello, en el Estado de México el gobernador Alfredo Del Mazo anunciaba un esquema similar, pero dividido en cuatro regiones, norte, sur, oriente y poniente, una estrategia que sonaba interesante, pues no se podía generalizar la restricción en municipios donde no había caso alguno de covid-19. Sin embargo no funcionó y semanas después prefirió el gobierno estatal alinearse a la estrategia federal, como hasta ahora.
Tan poco funcional es hoy en día ese semáforo, que el color verde, que indicaba que no había restricciones, ahora las tiene -como es el aforo en negocios y la permisión de eventos-, las clases se permitieron en amarillo y no en verde, y así una serie de cambios que se han ido dando sobre la marcha. ¿Qué cambió? Simplemente que la prioridad antes de las vacunas era la salud, por encima de la economía, ahora no, la prioridad es la economía por encima de la salud.
Por ello es que el cambio de semáforo que anunció el gobernador Del Mazo y la jefa de gobierno de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, generaron críticas, polémica, chistes y demás comentarios llenos de incredulidad, porque al final el semáforo solo cambió de color, más por una presión social y política que porque realmente se apliquen nuevas medidas.
Lo que no se dan cuenta las autoridades es que esos cambios de color insignificativos les restan puntos políticos, le restan seriedad a su trabajo como gobiernos.
El Estado de México y la Ciudad de México tienen los niveles más altos de contagios desde diciembre y lo que llevamos de enero, pero ahora ya no es tan preocupante porque no ameritan hospitalización, según sus argumentos.
Ahora ya no les ocupa tanto porque lo importante es la reactivación económica. Ojalá que esta fase de la pandemia no se salga más de control, ojalá que no se tenga que recurrir más a la seriedad del semáforo epidémico, porque ese instrumento es como los nuevos billetes de veinte pesos: muy bonito, pero de poco valor.
Germán Zepeda