En los albores del siglo XXI el economista Jim O´Neill acuñó el término BRICS para referirse a las potencias emergentes de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (por eso el acrónimo BRICS).
Estos países, en ese entonces (2001), presentaban una serie de cualidades económicas que los hacían diferenciarse de las demás naciones (en 2008 fue cuando los BRICS se conformaron como una asociación económica-comercial).
Mucho se habló en años anteriores de la importancia que iban a tener los BRICS en materia económica a nivel mundial y del desarrollo que estos países iban a tener, pero la realidad nos demuestra que solo China ha logrado alcanzar un desarrollo que los demás países miembros de esta asociación no han podido obtener.
El gigante asiático ha dejado de ser una economía enfocada a las exportaciones, actualmente el principal componente del dinamismo de la economía china es su mercado interno; desde el 2010 China ocupa el tercer lugar a nivel de sector servicios en el mundo, después de Estados Unidos y Japón.
Asimismo, su política exterior ha sido relevante y muy activa, un ejemplo de ello es la nueva ruta de la seda, un sustantivo plan de infraestructura divido entre los cinco continentes.
Por lo anterior es previsible que China se perfile como el próximo hegemón económico del mundo.
Brasil fue, hasta no hace mucho, un referente para las potencias emergentes del orbe, incluido México, su crecimiento económico sostenido a tasas del 7% de su PIB, la reducción de la pobreza mediante el programa “Bolsa Familia” y las políticas de libre mercado apuntalaron a la nación sudamericana como un actor relevante en el escenario político mundial, pero una vez que Lula Da Silva dejó el poder en el año 2010, el panorama de Brasil cambió por completo.
A la llegada de Dilma Rousseff al poder ejecutivo la economía se estancó y los problemas sociopolíticos emergieron abruptamente.
Actualmente con el presidente Bolsonaro las cosas no han cambiado mucho, en el ámbito económico el gobierno promueve una economía de mercado, la privatización de empresas estatales y la eliminación de subsidios proteccionistas han sido las líneas de acción económica, pero de nada han servido.
Brasil se despertó del cándido sueño en el que estaba y ahora se ha dado cuenta que el ser parte del primer mundo implica más que un crecimiento económico sostenido.