El régimen priista en 1977, a través de la reforma político-electoral impulsada por el intelectual y secretario de gobierno de aquel entonces Jesús Reyes Heroles, decidió dar apertura democrática al sistema político mexicano con el registro oficial del Partido Comunista de México y la elección de legisladores de oposición por la vía plurinominal.
La transición democrática de nuestro sistema político, que comenzó en 1997 cuando el Partido Revolucionario Institucional (PRI) perdió la mayoría en la Cámara de Diputados Federal, no ha culminado.
Los sexenios de Fox, Calderón y Peña Nieto respetaron los contrapesos institucionales y la división de poderes, impulsaron, junto con los partidos políticos y la exigencia de la sociedad civil, la creación de organismos autónomos e independientes del poder ejecutivo, pero no terminaron por consolidar la incipiente democracia mexicana.
Parte de la comentocracia e intelectuales de izquierda no dogmáticos pensaron que durante la “Cuarta Transformación” iniciaría una nueva etapa de fortalecimiento de la democracia; la mayoría de ellos ahora se encuentran decepcionados.
El sistema político mexicano durante el siglo XX era conocido por estar bajo el mando único del presidente, era el país de un solo hombre, el encargado del ejecutivo mandaba sobre los otros dos poderes independientes que conforman el Supremo Poder de la Federación:
el Poder Legislativo y el Poder Judicial, había una abyección de estos poderes para con el mandatario federal. Desafortunadamente estamos presenciado el regreso de esa autoridad unipersonal.
México vive una regresión democrática.
Se está originando un anacronismo al interior del sistema político mexicano, lejos de fortalecer las instituciones democráticas el presidente hace todo lo posible por debilitarlas.
Tenemos a un INE mermado en sus funciones, a unos organismos autónomos que ya no son autónomos o que fueron extinguidos o están debilitados.
No contamos con un gobierno responsable de velar por la seguridad de la gente, el Estado mexicano ha renunciado a la salvaguarda y protección de los mexicanos a fin de darle paz, renunció al monopolio de la fuerza cediendo esta atribución al crimen organizado, quien gobierna de facto en buena parte de territorio nacional.
De cara a las elecciones de 2024 la gran disyuntiva es hacia dónde va México, de regreso al país del poder unipersonal del ejecutivo federal o a un país con normalidad democrática en donde todos los sectores económicos, políticos y sociales son escuchados.
Decía Montesquieu “Para que no se pueda abusar del poder, es preciso que el poder detenga al poder”.
Hoy necesitamos un México de contrapesos en los distintos ámbitos que conforman nuestra democracia.