En estos últimos días hemos estado al pendiente de las primeras cinco imágenes publicadas por la NASA del telescopio James Webb. Una de ellas corresponde a la Nebulosa del Anillo del Sur. Ésta es una nebulosa planetaria, que es la nube de gas en expansión que rodea a una estrella moribunda; está a 2000 años luz de distancia aproximadamente.
Pero vamos por partes, primero veamos de qué estamos hablando: las llamadas nebulosas son objetos que abarcan regiones del medio interestelar, formadas principalmente por los elementos más esenciales del universo, hidrógeno y helio; además, dependiendo de las características de la estrella que la originó, por otros elementos químicos más complejos y pesados.
La importancia de estudiar este tipo de objetos radica en que son lugares donde en el transcurso de varios millones de años se dan las condiciones para el nacimiento de nuevas estrellas por fenómenos físicos, pero en otras ocasiones se tratará de los restos de estrellas que llegaron a su etapa final.
Como existen diferentes tipos de nebulosas, los especialistas las clasifican en tres grupos por sus características físico-químicas:
Tenemos las llamadas nebulosas oscuras, también conocidas como nebulosas de absorción; estas nebulosas son acumulación de gas y polvo interestelar que no está asociado a ninguna estrella, y su presencia solamente puede ser detectada por contraluz con el fondo estelar, o sea, en este caso la nebulosa no emite ni refleja luz. El ejemplo más conocido (para los aficionados a la astronomía) es la nebulosa Cabeza de Caballo o Barnard 33 (B33), situada aproximadamente a 1500 años luz, al sur del extremo izquierdo del cinturón de Orión. Por lo general son de dimensiones muy grandes, mide aproximadamente 3.5 años luz de ancho.
También tenemos las nebulosas de reflexión; estos objetos reflejan la luz de estrellas cercanas que, debido a su alta temperatura, emiten radiación ultravioleta que excita el gas de la nebulosa; el ejemplo más conocido por la mayoría de las personas es Messier 42, M42, o NGC 1976, mejor conocida como la Nebulosa de Orión, la cual se puede ver a simple vista.
Y por último tenemos a las nebulosas de emisión: el caso más común, donde el gas que compone la nebulosa brilla como consecuencia de la transformación que sufre por la intensa radiación ultravioleta de estrellas vecinas calientes. Dependiendo de la naturaleza de la nebulosa de emisión, se subdividen en dos grupos totalmente distintos:
1) Las nebulosas de emisión asociadas a regiones de formación estelar, un caso destacado es la Nebulosa del Águila (M16, en la Constelación de la Serpiente). Y 2) Las nebulosas de emisión asociadas a estrellas moribundas o ya extintas. En éstas, el gas es excitado por un objeto muy pequeño y caliente, una enana blanca, que es el núcleo expuesto de la estrella muerta. El ejemplo más conocido es la Nebulosa del Anillo (M57, en la Lira).
Como nos damos cuenta, existe una gran variedad de objetos en nuestro universo, y a medida que el nuevo telescopio nos muestre más material, los astrofísicos tendrán más interrogantes que responder para entender los misterios de nuestro cosmos.
Gerardo Rizo
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