Era del “oscurantismo” la llamada Edad Media, que al análisis de sus acontecimientos, parecería más bien una era de iluminación, no solamente por los grades ventanales de las catedrales góticas, sino por la cosmovisión que representan estas grandes construcciones, ya que no es la catedral lo que genera la búsqueda del conocimiento, sino el conocimiento se manifiesta en la catedral. Es en su configuración que representa la totalidad del saber teológico, geométrico histórico y astronómico del proceso histórico de la humanidad, esta edificación se representa como un universo coherente, es en el que se encarna una concepción del mundo que a la vez capta lo concreto de manera espiritual y lo espiritual de forma concreta.
Se pueden encontrar los antecedentes en el año cuatrocientos, en las constituciones apostólicas, las cuales dicen que la construcción de la iglesia debe ser de <<forma alargada, semejante a un barco y orientada hacia el oeste>>. Se edifica una iglesia de acuerdo a los ejes celestes, la liturgia, al referirse al significado espiritual de los puntos cardinales, trasmitió su sentido al arte de la construcción, los textos litúrgicos añaden que el punto preciso donde sale el Sol en el momento del equinoccio debe servir de referencia para su trazo, es en esta época que “nacen” los escolásticos, llamados también “eruditos”, los cuales creían que la geometría era el modo de establecer un vinculo entre los seres humanos y Dios, y que las matemáticas era el vehículo para revelar a la humanidad los mas íntimos secretos del universo, según san Agustín; “Dios ordenó todas las cosas por su medida , su número y su peso”. Así concibieron una arquitectura como geometría aplicada, la geometría como teología aplicada y el diseñador de una catedral como imitador del Divino Arquitecto aplicando las leyes del cosmos en la construcción terrenal. Precisamente junto a la gran catedral de Chartres, nace una de las escuelas catedralicias más importantes de esta época, fundada en el 990 por el obispo Fulbertus Camotensis, teniendo en el clérigo francés Thierry de Chartres autor del Heptateuchon, enciclopedia sobre las siete artes liberales (aritmética, geometría, música, astronomía, gramática, retórica y lógica), su mejor representante, alcanzando su máximo esplendor en el siglo XII, decayendo su importancia e influencia por el nacimiento de las primeras universidades, en 1088 fundación de la universidad de Bolonia, y poco después la universidad de Paris, conocida también como La Sorbona, en la de Bolonia uno de sus más brillantes alumnos fue nada menos que Nicolás Copérnico, monje astrónomo polaco que formuló la Teoría Heliocéntrica del Sistema Solar.
Dos personajes de este periodo, Bernardo de Claraval, Abad cisterciense de vida monacal en estricta obediencia y extrema negación de sí mismo, en lo referente a comodidad personal, alimentación y descanso, de gran espíritu misionero, por otro lado a Pedro Abelardo, filosofo, profesor fundador de su propia escuela, director de la escuela catedralicia de Notre-Dame, uno de los fundadores de la escolástica.
La controversia entre Abelardo y Bernardo tiene carácter ejemplar, es un temprano capítulo en la larga lucha del conocimiento contra la fe, de la razón contra la autoridad, de la ciencia contra la iglesia. De tratar de entender los misterios encerrados en la infinitud del espacio y en la inconmensurabilidad del tiempo. Cuando en una noche sin luna observemos una brillante estrella, pensemos en los hombres del Medioevo que ante esta imagen se preguntaban, cuál era su lugar en ese espacio.