La polémica de los libros de texto ha provocado que el tema sea el más recurrente en los medios, en las redes, y entre la convivencia de las personas para sacar a relucir la sociedad que somos, tan diversa como polémica, tan liberal como conservadora, tan prejuiciosa como informada, en el que gobierno y oposición aprovechan para politizar todo y hacer énfasis en los errores de cada cual.
Para los que no están de acuerdo, como son por parte de la Unión Nacional de Padres de Familia, la Coparmex y la oposición, porque dicen que los libros tienen errores, contenidos ideológicos comunistas, y que no fueron tomados en cuenta los implicados para dar su aprobación antes de ser impresos, desean que no se distribuyan en las escuelas primarias del país. Algunos han pedido se quemen las páginas en las que no están de acuerdo o se rehagan. Existen incluso amparos para que no se entreguen en algunos estados de la república.
Pero gobierno y Secretaria de Educación, los responsables, han mencionado que todo el proceso ha sido de acuerdo con los lineamientos legales, aunque tampoco han comprobado que se siguieran esos parámetros. El presidente ha dicho, como parte de los ejecutores, que los hicieron decenas de maestros y expertos del país, que siempre serán perfectibles, que ganarán las limitaciones para que sea posible su distribución en todo el país antes del 28 de agosto que inicia el nuevo ciclo escolar.
Lo cierto es que la cerrazón prevalece en ambos bandos; los que no quieren se den los libros porque la educación de sus hijos es importante, a pesar de que mayoría ni los ha leído de primera mano o no conoce los procesos de enseñanza que los pueden avalar, mientras el gobierno y la SEP tratan de defenderlos implementando desde la semana que entra conferencias vespertinas que los expliquen.
Algunos aun desde la enseñanza preferimos esperar esos tiempos, para tener los suficientes argumentos para su análisis, conocer el total y verídico contenido para pedir a las partes un debate sustancial en bien de los alumnos que no pueden recibir enseñanza en base a los criterios de aprobación u oposición del gobierno actual.
Los libros de texto que se implementaron en nuestro país como decreto en el sexenio del presidente Adolfo López Mateos, con la creación de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito, cumplen 63 años de estar otorgándose a los niños de primaria preferentemente en escuelas públicas, y son una herramienta pedagógica y didáctica que ayuda al proceso de aprendizaje y enseñanza de maestros y alumnos.
Aunque han sido uno de los grandes aciertos de las anteriores administraciones, no fueron sus contenidos ejemplo de objetividad. Se ha omitido parte de la historia, como genocidios cometidos por ellos mismos, o ejecuciones de fraudes electorales, que han formado algunos criterios de subestima de antecesores indígenas y agrandar el presidencialismo.
Ahora nos hemos dado cuenta de que eso no se puede repetir, pero tampoco vivir de supuestos hasta argumentar debidamente y aceptar que somos fruto de diversos sistemas como la educación escolar, la de los padres, la del entorno social, cultural, religioso y cultural. Porque somos lo que aprendemos en las escuelas y muchos más.