La actividad criminal del narcotráfico en México es también de dominio machista, donde existen complicidades de sus mujeres, quienes después de ser compradas forman parte de un pilar importante en la descendencia y la procreación de los hijos herederos de los negocios ilícitos de los lideres, como es el caso de Ovidio Guzmán (hijo del Chapo Guzmán, creador del Cartel de Sinaloa), quien recientemente ha sido recapturado por el Ejército y Guardia Nacional de México, acusado de producir y distribuir grandes cantidades de fentanilo, metanfetaminas y otros delitos graves.
Este joven delincuente de apenas 32 años es uno de los actores, además de sus tres hermanos, para que pueda continuar el imperio de las drogas en el Pacífico mexicano, que estuvo lidereado por su padre Joaquín Guzmán, hoy recluido en una cárcel de mayor seguridad en Colorado, Estados Unidos, para purgar una sentencia de cadena perpetua y que ahora continuará con el mismo destino de su progenitor, de ser juzgado en nuestro país y en unos meses extraditado al país vecino del norte.
Es así como la permanencia de los carteles de la droga en muchos casos se ha visto favorecidos por la participación de sus mujeres, que sean esposas o amantes, son las cómplices de sus fechorías, que permiten sean educados sus hijos en la criminalidad, para seguir con el cáncer de los carteles de las drogas. como han sido las cuatro parejas del Chapo, con quienes ha tenido 10 hijos. Las dos primeras que se encuentran en la lista del gobierno de Estados Unidos que prohíbe hacer negocios con ellas. Las dos restantes han pasado por la cárcel del mismo país, acusadas por delitos del mismo rubro.
Y es que, aunque no todas se dedican a lo mismo que sus parejas, porque las quieren sin iniciativa, casi como esclavas, pocas han existido que sean lideres de estas actividades, que se han dedicado por corto tiempo o que mas bien heredaron el imperio por accidente y sus hijos lo han comandado. El ejemplo es Sandra Ávila, conocida como la Reina del Pacífico.
Según la periodista e investigadora del fenómeno del narcotráfico, quien retrata muy bien a estas, Anabel Hernández, las mujeres de los capos de la droga, participan, disfrutan y gozan de los bienes obtenidos a través de esta actividad y saben que sus hombres son narcotraficantes.
Además, son indispensables, son motivación sexual de gratificación. Son parte del animal social que son sus parejas que necesitan compartir o presumir sus bienes.
“Las muñequitas de la mafia” como algunos las nombran, son pilar fundamental dentro de la dinámica criminal porque son un apoyo emocional, “los abrazan después de ordenar una masacre, les recuerdan que no solo son monstruos”. Termina la citada periodista en una entrevista que le hicieron por su reciente libro; Emma y las otras señoras del narco.
Procrear hijos de lideres del narcotráfico que tendrán el mismo fin que sus padres y ser parte del clan de los carteles para beneficio propio, es una irresponsabilidad que fomenta la actividad y nos dice el grado de descomposición social que viven familias mexicanas que se dedican a esto.
La falta mayor no es solo de los delincuentes, sino también de sus cómplices que pareciera mandan al matadero y a las cárceles a sus propios hijos.
Gemma Medina Aréchiga