Llegó la época decembrina, el famoso maratón Lupe-Reyes, en donde la mayoría de los mexicanos pese a cualquier obstáculo que se interponga, llámese crisis económica, inseguridad, corrupción, impunidad, marchas y plantones, pésimas administraciones y un largo etcétera, logramos superar con creces.
No importan los imponderables, el festejo para la Virgen morena del Tepeyac, no puede pasar por alto en un país como el nuestro donde la veneración, es verdaderamente asombrosa, le siguen 9 días de festejo con igual número de posadas, que aunque cada vez la tradición disminuye, continúan efectuándose a lo largo y ancho de esta nación.
Y qué decir de la noche buena y navidad, donde los mexicanos nos reunimos en familia a festejar el nacimiento de Jesús, conmemoración a la que se unen incluso los no creyentes, pues los buenos deseos, florecen y se propagan por doquier.
Pero la semana entre navidad y año nuevo, también existen festejos, algunos atrasados y otros ya programados, el 28 de diciembre día de los inocentes, que en este país existimos muchos, sobre todos aquellos que creemos en que en este nuestro México es posible salir del hoyo donde nos encontramos.
Llegamos al último día del calendario y el nuevo año nos trae esperanza, nuevos bríos, anhelo de cambios y un sinfín de promesas que en lo particular se hacen y que por desgracia en la mayoría de los casos sólo queda en buenos deseos y promesas.
Y concluimos con el día de reyes, último día de maratón, aunque hay quienes lo extienden hasta el día de la candelaria, 2 de febrero, con el respectivo atole y tamales, en fin, que pretextos para el festejo, todos.
Y se acabó la magia, el regreso a la realidad es amargo, la cruda realidad, las deudas nos agobian, los kilos se reflejan, pero la esperanza de ser un nuevo año, aligera las penas.
El balance es trágico, el aguinaldo no alcanzó ni para pagar las deudas, se recurrió al préstamo, a la venta y empeño de pequeños bienes, que aunque necesarios, bien que se justifica, lo bailado y lo paseado, quien nos lo quita.
Pero estamos hablando del mexicano que vive de su trabajo, el obrero, empleado, profesionista, maestro (de los buenos), y por qué no, del funcionario público honesto que justifica su ingreso, aunque por desgracia pocos.
La mayoría de los políticos no sufren, pues aunque en el discurso y bajo una retórica populachera, el pueblo es el que les paga (teórico) cobran lo que quieren y lo que acuerdan sus respectivos líderes de la bancada (en la práctica).
La actual legislatura LXIII, al igual que las que le preceden, cuenta con 500 Diputados Federales, que día a día se queman las neuronas y pasan largas jornadas de trabajo verdaderamente extenuantes.
Por ese desempeño brillante que debemos agradecer, sólo se logró obtener la minucia de 145 millones de pesos, por desgracia no son para cada uno de ellos, se lo tendrán que repartir entre esos 500 ilustres mexicanos.
La ínfima cantidad por Diputado Federal, será sólo de 290 Mil pesos de aguinaldo, dieta mensual y compensaciones de asistencia legislativa y atención ciudadana, la verdad, muy poco en relación al trabajo desempeñado.
No olvidemos que esta LXIII Legislatura se instaló el día 29 de agosto de 2015, es decir, esta suma que reciben es por 100 días naturales, de los que habrá que preguntar: ¿cuántos en realidad trabajaron y con qué calidad y productividad lo hicieron?
Pero no sólo sufren los diputados, también los Senadores y funcionarios de primer nivel se ven afectados al recibir estas bicocas, que hacen padecer a quienes las reciben en esta épocas de armonía y paz.
El abismo de sueldos y prestaciones que en general reciben los funcionarios públicos, con el grueso de la población, es un insulto, una irresponsabilidad que debe urgentemente acabarse.
Las distorsiones del poder de las que hablaba Luis Donaldo Colosio, lejos de desaparecer se han incrementado desde aquel célebre discurso del sonorense, hoy a más de 20años, las cosas no solo no mejoran, empeoran y en el mejor de los escenarios siguen igual.
"La transformación de la política y la reforma del poder para acabar con cualquier vestigio de autoritarismo".., a la que se refirió Colosio Murrieta, con su muerte, sólo quedó en el discurso, pero es apremiante que se retome.
No se pueden justificar estos abismos "legales", pues los beneficiarios son los artífices de la ley, de su aplicación e interpretación, en este caso la ley no es justa, no es ética.
La esperanza que estos tiempos propicia, por desgracia es tenue, los problemas de inseguridad no terminan, la corrupción e impunidad, la economía agobiante de los hogares mexicanos, las malas administraciones de todos los colores y un sinfín de problemas nos hacen caer en la desesperanza.
Por lo pronto, a levantarse más temprano, trabajar más y gastar menos, a fin de equilibrar en lo posible las adversidades económicas que estamos sorteando y que es probable en los próximos días se compliquen de incrementarse las tasas de interés.