Bowie juzgó a Cristo. Al menos así lo hizo en su papel de Poncio Pilato para la polémica película La Última Tentación de Cristo, de Scorsese. También fue vampiro, soldado en la segunda guerra mundial, el hombre elefante (en teatro), el expresionista Baal del dramaturgo comunista Bertolt Brecht, rockstar de la ciencia al interpretar a Nikola Tesla en una película de Nolan y hasta Emperador del mítico reino de la Atlántida en un capítulo especial de Bob Esponja.
Ya es lugar común decir lo difícil que es agregar a estas alturas algo que no se haya publicado antes acerca del polifacético cantante, actor, pintor y un largo etcétera de oficios.
Aun así, quizá en este apresurado y divagado texto haya algún dato no muy recordado estos días. Su muerte tan sorpresiva, a un par de días del lanzamiento de –este sí- su último disco, no hizo sino evidenciar que su trabajo seguía teniendo una enorme vigencia y que sus seguidores y admiradores son legión.
Cuando me enteré de que Bowie falleció, entre muchas de sus composiciones la primera que se me vino a la cabeza y que tuve deseos de volver a escuchar fue Varsovia, una pieza que tiene un verdadero carácter funeral. Parece un réquiem pequeño, un lamento por el profundo dolor que esa ciudad arrastra desde hace mucho.
Varsovia apareció en el álbum Low, el primero de los tres discos que se ha dado en llamar La Trilogía de Berlín, una serie grabada en esa ciudad a la que se había trasladado en 1977 para vivir de cerca el ambiente y las experimentaciones que en el terreno de la música electrónica se estaban gestando con enorme vitalidad. Para esa trilogía contó con la ayuda de Brian Eno, otro personaje singular de la escena musical.
Eno es para los iniciados en el rock electrónico, otra figura totémica. Además de tener un enorme talento como compositor, ha fungido como productor de muchos discos ajenos que ahora son considerados fundamentales en la historia del rock.
Para ejemplo basta nombrar El Árbol de Joshua y el Achtung Baby de U2. ¿Qué pasa cuando juntas a Bowie, Eno y Fripp? Obtienes una obra maestra como Héroes. La canción homónima de la pieza central de su tríptico se convirtió en un inesperado himno.
En el supuesto de que quién esté leyendo este texto no conozca mucho de rock, quizá recuerde aquel comercial cocacolero donde aparecían niños disfrazados de superhéroes. Mucho del éxito del spot se debió a que usaron esta rola, entre triunfal y melancólica. Desde luego, los refresqueros se vieron bastante atrasados, pues a fines de los setenta ni la tele ni la Coca se hubiera atrevido a transmitir rock tan radical.
En la insolente guitarra escuchamos a Robert Fripp, líder del grupo King Crimson a quien cuando Jimmi Hendrix escuchó tocar, insistió en estrechar su mano izquierda, “pues está más cerca de su corazón.” Aún hoy mucha gente cree que el sonido hostil que da cohesión interna a la canción está hecho con un sintetizador.
Aunque en su momento Low, Heroes y Lodger, los tres títulos de la serie, no reportaron grandes beneficios económicos para Bowie, hoy al menos los dos primeros se consideran entre los mejores cinco de su discografía.
Incluso Philip Glass, uno de los más representativos compositores minimalistas contemporáneos, elaboró un par de sinfonías utilizando como base los temas de Bowie y Eno. Pasaron dieciséis años antes de que este par de truhanes nos entregaran otro trabajo hecho al alimón, el potente 1:Outside. Por extraño que parezca Bowie también aparece en el mundo de la música clásica.
En 1978 participó como narrador en una excelente grabación de Pedro y el Lobo, el delicioso cuento con música del genial compositor ruso del siglo XX, Sergei Prokófiev, interpretado por la Orquesta Sinfónica de Filadelfia bajo la dirección de Eugene Ormandy. Casi nada. Da ternurita escucharlo actuar de pato, gato, pajarito y demás personajes que la obra requiere.
El Estrella Negra, su último disco, es una despedida más melancólica que triste, sin dramas, de alguien que sabe que su fin está muy cerca pero se siente satisfecho con su vida y su obra. Al menos es lo que su jazzzeada música parece comunicar.
Guardando todas las distancias, es una actitud de despedida muy similar a la expresada por Mahler en su sinfonía La Canción de la Tierra. Los videos que promueven en youtube las canciones Estrella Negra y Lázaro han despertado alguna incomodidad y controversia por su acento lúgubre. No ha faltado quien acuse al artista de Iluminati o cosa parecida. Y sí, son oscuros.
Pero podemos estar seguros que aunque en el video de Lázaro se representa algo parecido a un ritual propiciatorio para una resurrección, Bowie no volverá al cuarto día… ni nunca. Además, esos botoncitos sobre las vendas que cubren su rostro en ambos videos me hacen el efecto de haber sido inspirados por los personajes de la película animada Coraline. Bowie era talentoso.
Tenía la capacidad de saber descifrar su entorno para tomar sus decisiones creativas y así adelantarse. Y sobre todo sabía rodearse de gente tan o más talentosa que él para redondear sus trabajos. Para esto último se requiere humildad. Mucha humildad.