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El matrimonio igualitario

  • Neteando con Fernanda
  • El matrimonio igualitario
  • Fernanda de la Torre

A César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios. (Mateo 22:21; Lucas 20:25 y Marcos12:17)

Esta semana leí y escuché varias declaraciones que me dejaron francamente sorprendida. Parecería que en pleno siglo XXI hay quienes no tienen aún muy claro los conceptos de justicia y secularidad.

Primero escuché en el programa de Joaquín López-Dóriga una entrevista con el obispo de Veracruz, en donde calificó de anormales a los homosexuales. (Pueden leer más de esta entrevista en la columna que publicó el pasado 10 de junio mi querido Carlos Puig en http://www.notivox.com.mx/firmas/carlos_puig/priistas_se_quejan_de_EPN_por_iniciativa_para_legalizar_el_matrimonio_igualitario_18_753704660.html)

Ese mismo día leí un tuit de Jesús Silva-Herzog Márquez en el que comentaba el audio de las burlas hacia el presidente y su propuesta de Jonás Guerrero Corona, obispo de Culiacán. "La Suprema Corte de no hace leyes" —podemos escuchar— "para eso son diputados y senadores. Es un error garrafal, otro engaño más ¿no será que anda buscando gavioto en vez de gaviota?" dijo el obispo.

Por ello, no creo que esté de más recordar algunos conceptos. ¿Qué es la justicia? Para Aristóteles era un tema de igualdad. Da a cada uno lo que le corresponde. Idea que retomó Ulpiano, el jurista romano, quien la definió como "la voluntad constante y perpetua de dar a cada quien lo que le corresponde", definición que fue apoyada por Justiniano años después.

¿Qué opinaba Jesús sobre ella? Los evangelistas Mateo, Marcos y Lucas dan cuenta de cómo Jesús tenía el mismo sentido de justicia que mencionamos en el párrafo anterior: darle a cada uno lo que le corresponde. Cuando los espías que habían mandando le preguntaron si era justo pagar tributo al gobierno, él les pidió que le enseñasen un denario (moneda de curso legal en esa época) e inquirió: "¿De quién tiene la imagen y la inscripción? "A lo que respondieron: De César". Jesús, con gran sabiduría, concluyó: "Dad a César lo que es de Cesar y a Dios lo que es de Dios". Con estas pocas palabras, dejó muy claro que existe una separación entre los temas espirituales y terrenales. Esta sensata idea de secularidad quedó plasmada con claridad desde nuestra Constitución de 1857 y continúa vigente en el artículo 130 de nuestra Constitución. México es un Estado laico, lo que quiere decir que la Iglesia no interviene en asuntos políticos.

El 17 de mayo, en el Día Internacional contra la Homofobia, el presidente Enrique Peña Nieto firmó una iniciativa para modificar el artículo 4º constitucional y el Código Civil Federal para garantizar el matrimonio igualitario en el país, con el propósito de incorporar el criterio de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y propiciar que todos, sin discriminación, pudiesen contraer matrimonio. El año pasado, el máximo tribunal de nuestro país, al emitir cinco criterios en el mismo sentido sobre el matrimonio homosexual, determinó la inconstitucionalidad de las normas que establecen que el matrimonio es una institución exclusivamente heterosexual y necesariamente reproductiva. Con esta decisión la Corte, además de terminar con un proceso de discriminación, adecúa la legislación a las necesidades de todos. Un matrimonio no tiene que ser forzosamente para la procreación. Hay parejas que no pueden o quieren tener hijos y tienen el derecho a casarse.

La iniciativa del Presidente no es otra cosa que un documento administrativo en un país laico. Un tema de justicia, no de dogmas. No se le pide a la Iglesia católica (ni a ninguna otra) que cambié un ápice su doctrina. Este no es un tema espiritual, sino terrenal y de poner fin a una injusticia. Un tema "de César", diría Jesucristo. Por ello, sería conveniente, siguiendo el sabio ejemplo de Jesús, mirar el membrete de la iniciativa. Nos daremos cuenta que no tiene las llaves de San Pedro, sino el Escudo Nacional, con todo lo que eso conlleva. La iniciativa del presidente Peña Nieto tiene como objetivo evitar la discriminación. Eso es a todas luces positivo. Equipara derechos al permitir que puedan gozar de todos los beneficios que un matrimonio implica, como seguridad social. La mencionada iniciativa no obliga a nadie a cambiar su forma de pensar o sus creencias, pero sí da un paso adelante para terminar con la homofobia y tener una sociedad más justa y compasiva. Lo cual debe ser motivo de gusto para cualquier creyente, ya que las religiones principales tienen a la compasión como piedra angular de sus enseñanzas y sabemos bien que la discriminación, burlas y el odio son lo contrario a ella.

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