Hay cosas completamente incongruentes, ilógicas e inadmisibles que me hacen pensar que vivo en el reino de “Absurdistán”, lugar al que se llega por la vía de la falta de ética, la corrupción y el cinismo. Por ejemplo, tenemos el tema de las deudas. Lo lógico sería que el deudor pague en tiempo y forma o, bien, que dé la cara y explique la razón por la cual no puede cubrirla. Pues no, en Absurdistán los deudores se ofenden cuando les cobras. Después de su perorata casi acabas sintiéndote culpable por molestar a quienes te deben dinero.
En el reino de Absurdistán todos detestan la corrupción y la condenan fuertemente; sin embargo, a pesar del repudio generalizado ahí impera la corrupción. ¿Cómo puede haber tanta corrupción si nadie la tolera? ¡Buena pregunta! Quizá porque no hace falta ser muy rico o poderoso para formar parte de ella. Está a todos los niveles. Un ejemplo perfecto es el condominio donde vive mi amiga Clara. Resulta que sus vecinos han realizado varias obras ilegales en áreas comunes. Exceden en 30 por ciento de los metros cuadrados de construcción autorizados por la delegación. ¿Cómo es esto posible? Fácil, la corrupción se contagia. Bastó que uno haya utilizado un cubo de luz para ampliar su departamento para que otros decidieran hacer lo mismo. Así, uno se apropió de un pedazo de pasillo, otro del estacionamiento y alguno más de un jardín, y así nadie tenía cara para reclamarle a nadie. Cuando Clara compró con esfuerzos su departamento todo se veía en orden en las escrituras y sí, su propiedad estaba perfectamente en regla, pero era la única. Con el tiempo se dio cuenta que el régimen de propiedad en la escritura no tenían nada que ver con lo existía. Como es Absurdistán, resulta que no solo la despojaron de parte de su propiedad; sino que —para colmo— al ser áreas comunes, ella tiene que pagar mantenimiento por lugares que no puede usar.
Uno pensaría que la administración del inmueble haría algo para evitar que pusieran en peligro la integridad éste. Así debería de ser, pero es Absurdistán, entonces resulta que la administradora es amiga uno de los vecinos infractores y ella, en vez de poner las cosas en orden, se dedicó a esconder las irregularidades. Seguramente pueden adivinar que por estar en Absurdistán la “mala” del cuento es Clara. A sus vecinos les parece francamente molesto que alguien señale su corrupción. Insisten en que debería mirar para otro lado y no quejarse, en aras de la paz de la comunidad.
El inmueble propiedad de Clara está en una zona sísmica. Todos sabemos que las obras chuecas han causado muchas muertes. Lógico sería pensar que la autoridad sería terriblemente estricta con quienes infrinjan los reglamentos de construcción. Tristemente en Reino de Absurdistán denunciar una construcción así es un vía crucis. Clara lleva dos años de una dependencia a otra para ver cómo puede solucionar el problema. Ha tenido que sacrificar varios días de vacaciones para ello ya que ningún jefe da permisos ilimitados para realizar trámites. De la delegación a la procuraduría, de ahí y a Protección Civil, de ahí vuelta a la delegación. Cuando finalmente una autoridad determinó la ilegalidad de la obra, los vecinos han recurrido a cuanta argucia legal han encontrado para evitar la demolición. Mientras transcurren las demandas, Clara ruega a todos los santos que no tiemble. Pide la protección divina, ya que la del Estado parece no llegar nunca.
En CdMx hay elecciones y sabemos que existen bastantes muchos similares a los de Clara. Por ello le pregunto a cada uno de los candidatos a jefe del Gobierno: ¿qué piensan hacer para solucionar este problema, ya que las obras chuecas ponen en peligro la vida de los habitantes de CdMx?
Este espacio está a sus órdenes para comunicar sus ideas. Pueden ponerse en contacto conmigo vía mi cuenta de Twitter. Si no tienen un plan, permítanme comunicarlos con Clara, que tiene un par de muy buenas ideas.
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