En los próximos meses estaremos expuestos al bombardeo mediático electoral que sitúa al Estado de México como el primer peldaño en el destino próximo de la vida democrática del país.
La entidad aglutina la mayor densidad poblacional y, por ello, para todos los partidos políticos significa la envidiable joya de la corona; más aún cuando ésta nunca ha cambiado de estafeta, es decir, siempre ha sido bastión del PRI y todo lo que ello significa en la evolución de la historia mexicana.
Si bien es cierto que entraremos en un cúmulo de circunstancias preferenciales hacia uno u otro candidato, la verdad es que la consciencia del electorado se basa, indudablemente, en la calidad de vida del votante con base a las políticas públicas que los gobernantes ofrecieron a la sociedad y cuáles de ellas mejoraron en el sentir del pueblo. Democracia, que en estos tiempos se traduce en la única oportunidad del pueblo para poder hacer llegar al candidato que mejor cumplió las expectativas.
Sin embargo, también la estrategia de los personajes públicos para llegar al sentir del pueblo tiene sus diferentes facetas; una de ellas, y la más destacada con tintes de astucia, es la intensa campaña del Presidente Andrés Manuel López Obrador por hacerse presente en los medios de comunicación, la cual data no solo de este sexenio sino de hace más de dos décadas, con sus famosas mañaneras, lo que le ha valido merecida o inmerecidamente que cuente con un poder de convocatoria envidiable, pero que también tiene algún fin distractor.
Si bien la pandemia por la covid dejó en todo el mundo una severa crisis económica por la que los países tratan de dejar atrás, México opta por la conservación del poder electoral antes que implementar acciones que beneficien el bolsillo de los mexicanos.
Las mañaneras continúan con su efecto de persuasión en el electorado bajo la bandera de una lucha contra la corrupción lo que, repito, trae consigo un fuerte impacto mediático; sin embargo, se deja atrás las necesidades básicas de educación, seguridad y salud, rubros en los que se cuenta con un retroceso significativo.
Aunado a ello la justicia abre los ojos y deja de ser ciega; el error más grande de la 4T es hoy en día hacer de la construcción del Tren Maya un asunto de seguridad nacional a pesar de la evidente destrucción a los recursos naturales del país y eso, inevitablemente, se verá reflejado en las urnas.