Política

El G20: agenda del futuro en tiempos inciertos

  • Columna de Fabián Medina
  • El G20: agenda del futuro en tiempos inciertos
  • Fabián Medina


Los grandes descubrimientos implican
invariablemente la cooperación
de muchas mentes.
Alexander Graham Bell

El declive del multilateralismo no es una condición nueva: desde la década de los 90 se comenzó a advertir su decaimiento. El resquebrajamiento del consenso liberal y el ascenso de líderes nacionalistas, así como de regímenes autoritarios en todo el mundo, están contribuyendo a debilitar aún más el sistema. Asimismo, el resurgimiento de las tensiones entre Este y Oeste han politizado temas dentro de las instituciones internacionales, reviviendo el temor a un “choque de civilizaciones” entre estos bloques.

La incapacidad para lograr acuerdos deriva en estancamientos en diversos temas, lo que cuestiona la influencia de los foros multilaterales, generando un creciente desencanto. No obstante el actual contexto, el llamado Grupo de los 20 (G20) ha logrado mantener la atención de líderes mundiales, aunque no está exento de dificultades. Precisamente, este foro será puesto a prueba durante su Cumbre de Líderes en Osaka, Japón, los próximos 28 y 29 de junio.

El G20 es la principal reunión de coordinación de la política económica y financiera del mundo. Anualmente convoca a las 20 principales economías —19 países desarrollados y emergentes, y la Unión Europea— más instituciones y otros Estados cuya presencia es pertinente para debatir temas globales y buscar soluciones de manera conjunta. El G20 representa una oportunidad para que México impulse sus intereses y enfrente la coyuntura actual. Quince de las 20 naciones con mayor volumen de exportaciones a escala mundial forman parte del grupo, así como nueve de los 10 principales socios comerciales de México. De igual modo, 91.87% del comercio total de nuestro país (698,963.6 millones de dólares) ocurre con los integrantes del grupo.

La trascendencia de la reunión obedece a que sus miembros constituyen 86% de la economía global (PIB conjunto equivalente a 66.3 billones de dólares), 80% del comercio internacional y 64% de la población mundial. A pesar de que no cuenta con una representatividad equiparable a la de la ONU, sus acuerdos tienen el potencial de propiciar cambios y prevenir crisis, cuando los gobiernos se comprometen a pasarlos del papel a la práctica. Asimismo, según algunos estudios, este foro ha tenido injerencia en la toma de decisiones de políticas macroeconómicas de los Estados miembros, ya que incentiva a sus gobernantes a poner en marcha reformas más profundas según la pertinencia de cada caso.

En cierta medida, este logro se debe a que el foro se enfoca primordialmente en problemas técnicos más que en cuestiones políticas, lo cual no significa que sea del todo inmune a estas últimas. Sin embargo, el G20 ha podido sortear las tensiones de manera eficiente, evitando caer en la parálisis de otros espacios multilaterales. Aunado a lo anterior, una de sus fortalezas es que permite la discusión de los temas al más alto nivel entre jefes de Estado y ministros, con una periodicidad rigurosa que también hace posible una evaluación continua sobre los avances de los compromisos adquiridos con antelación.

Con el devenir del tiempo, los nuevos retos que han enfrentado las naciones y la comunidad internacional en su conjunto han provocado la ampliación de los objetivos del G20. Por ejemplo, para la Cumbre de Osaka, los temas prioritarios oscilarán desde políticas macroeconómicas a favor del libre comercio hasta desafíos de salud, empleo y ambientales (como el acceso a energía, cambio climático y residuos marinos). La propuesta japonesa de “Sociedad 5.0” busca el desarrollo e innovación tecnológica, centrados en el bienestar de las personas, con la finalidad de lograr metas incluyentes y sostenibles, que contribuyan a cumplir con la Agenda 2030.

Cabe mencionar que los temas a discutir durante la reunión en Osaka coinciden en gran medida con los objetivos que el gobierno mexicano ha plasmado en su Plan Nacional de Desarrollo, por lo que nuestro país podrá compartir sus estrategias y aprender de las experiencias y visiones de otros Estados. Un ejemplo de las áreas de oportunidad es el combate a la corrupción (México copreside con Japón el grupo de trabajo anticorrupción), que es una de las principales preocupaciones del gobierno del presidente López Obrador.

Los retos que enfrenta este Grupo no son menores. Como ya se mencionó, el multilateralismo se encuentra en un periodo de declive que evidencia la necesidad de una restructuración de la arquitectura de la gobernanza global. El G20 encara dos desafíos generales: la ampliación de su agenda y, vinculado a ello, la creciente politización del foro. Al extender su programa de trabajo, inevitablemente se han incorporado nuevos temas, algunos de los cuales han resultado polémicos como el cambio climático y el desarrollo de energías limpias, que no son aceptados de manera unánime. Si bien este tipo de dificultades se ha ido gestando desde hace más de media década, el desafío de la Cumbre de este año se potencializa ante el recrudecimiento de las tensiones comerciales entre Estados Unidos, China y, desafortunadamente, también México.

Asociado con lo anterior, los conflictos entre los Gobiernos norteamericano y chino en torno a los temas geoestratégicos y tecnológicos ponen en riesgo la estabilidad económica del mundo, y van directamente en contra de los principios y valores fundamentales sobre los que se sustentan las principales atribuciones del G20. Durante la Cumbre de Buenos Aires de 2018, la tirantez entre China y Estados Unidos se canalizó en cierto grado mediante el acuerdo de una tregua ante la escalada de la guerra comercial que comenzaba. Ahora el panorama ha cambiado, debido a que el antagonismo entre ambas naciones se ha avivado de forma considerable y la incertidumbre predomina en los mercados globales.

Por su parte, el gobierno estadounidense ha empleado constantes reprensiones arancelarias como herramienta primordial de negociación, misma que utiliza indistintamente contra rivales y aliados, incluyendo a nuestro país. Estas acciones tendrán repercusiones que afectarán a todo el mundo; sin importar el desenlace, los pronósticos al respecto son preocupantes.

De prolongarse la ofensiva comercial entre China y Estados Unidos, los efectos en la economía mundial serán devastadores. Una recesión global mermaría las ganancias que algunos países —incluido México— han obtenido colateralmente. También, las sanciones unilaterales que se impongan a otras naciones contribuirán a una recesión mayor. Por todos estos motivos, será crucial el manejo de esta crisis durante la cumbre.

Sin duda, está latente el riesgo de que las tensiones bilaterales de Estados Unidos con los países que ha atacado comercialmente (China en particular) marginen el debate de los temas de fondo de la agenda. Si esto sucediera, el G20 se convertiría en otro foro carente de cualquier importancia más allá de la relevancia protocolaria. En cambio, si logra ofrecer un camino alterno para resolver disputas entre sus miembros en temas que han quedado paralizados en otros espacios, podría fortalecerse como un instrumento que reformule la arquitectura global y logre reposicionar el multilateralismo.

México podría aprovechar la ocasión para avanzar hacia una mayor diversificación en sus relaciones exteriores, así como para fortalecer los vínculos de colaboración con países aliados. Las dificultades que han surgido en la relación con Estados Unidos inevitablemente repercuten en el desarrollo de nuestro país. Sin embargo, hacer uso de la plataforma que provee el G20 puede contribuir a aminorar los impactos negativos y a reposicionar al país dentro del escenario internacional a mediano y largo plazo.

La unión de los miembros del G20 para defender la cooperación y el diálogo internacional será fundamental. De ello depende no solo el éxito de la Cumbre de Osaka, sino la legitimidad y el futuro de este encuentro de líderes de gobierno. Ante el escenario incierto que se vislumbra en la relación México-Estados Unidos durante los próximos meses, esta reunión puede ser la oportunidad que nuestro país necesita para robustecer su economía y presencia internacional.

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*Jefe de Oficina del canciller Marcelo Ebrard Casaubon

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