Hace unos días, en uno de sus primeros soliloquios del año, el Presidente dijo ante el cuerpo diplomático del Estado que México ha recuperado su posición a escala internacional. De hecho, sostuvo, México ahora es visto como “el hermano mayor” de América Latina y el Caribe.
Más allá de lo que significa en términos comparativos —si México es el mayor, los menores necesariamente son los demás países del continente, con toda la condescendencia que ello implica—, la visión del Presidente y del gobierno sobre sí mismos contrasta de manera dura con la realidad.
Porque si bien es cierto que México recibió a Evo Morales el año pasado tras el golpe de Estado boliviano, ése ha sido quizás el único acto positivo del país frente a quienes ahora se refiere de forma fraternal. A los venezolanos que buscan asilo político, como dio fe esta columna hace unas semanas, no les reconoce derecho alguno y los regresa a su país tan pronto puede. Ni acceso a abogado les permite (https://bit.ly/36Kx8Di).
Y ni se diga de su actuar con el resto de sus “hermanos”: en los campos migratorios fronterizos que erigió para acomodar a Estados Unidos —que en esta visión familiar parece actuar como padre, a juzgar por la celeridad con la que nuestro gobierno cumple sus órdenes—, el maltrato es más que evidente. La agencia de noticias Reuters reportó hace unos días (https://reut.rs/36F37EK) que el gobierno mexicano amenazó con separar a madres de niños en un campamento de Ciudad Juárez.
También por estas fechas, la periodista Blanche Petrich ha dado cuenta de que México ha deportado a un nutrido grupo de “hermanos” a países de los cuales no provienen. Tal es el caso de varios niños brasileños que han sido enviados a Haití. Sin sus familiares, cabe agregar (https://bit.ly/2Nb1TsZ).
Por último, el hermano mayor también reniega de su responsabilidad incluso con sus propios paisanos. La embajadora de nuestro país en Estados Unidos sugirió en una entrevista que sería preferible que los mexicanos no intentaran emigrar si eso implica ser enviado a Guatemala (https://bit.ly/2sSZaOg).
“Qué bonita familia”, decía el actor Pompín Iglesias. Y en particular, qué orgullo ser el hermano que no muestra fraternidad alguna.
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