En su ya tradicional video en que informa el estado de la seguridad en Jalisco, el gobernador volvió a arremeter contra quienes señalamos la percepción de inseguridad que prevalece en la entidad. Nuevamente, sin empacho, afirmó que a pesar de los datos, existe quien lucra con el tema, más en tiempos electorales. Días más tarde, un medio local sacó en su nota principal que la tendencia en Jalisco es que, al día, en promedio, cinco personas son heridas por arma de fuego.
Cinco personas, con la proliferación de armas de fuego que tanto ha afectado a Jalisco y al país entero y que merece otra discusión. Tan solo esta semana, elementos de las fuerzas policiacas fueron atacados por automovilistas y hace unos días, una persona accionó su arma en contra de otra por un incidente en el tráfico. Los datos contrastan con aquellos que vemos todos los días en las noticias en que al menos tres personas mueren por hechos violentos en los distintos municipios del AMG.
Hemos señalado desde un principio que se trata de una verdadera crisis humanitaria que incluye violencia en contra de las mujeres, desapariciones, crisis forense y de inseguridad que tiene sumido a Jalisco en uno de los peores escenarios al menos de su historia contemporánea. Todo con una estrategia que no ha sido aclarada a la ciudadanía y que parece estar basada en la inercia, en la reacción y en el cuidado desaseado de las cifras.
Es verdaderamente urgente una situación que ayude a aminorar esta crisis, la violencia desmedida que padecemos se encuentra en un punto crítico entre la normalización de la tragedia y la indolencia de las autoridades, también hemos insistido en la alarmante impunidad que prevalece en Jalisco que raya en cien por ciento y una pobre cultura de denuncia que habría que abordarse con especial atención. Hay una desconfianza en las instituciones, saturadas, lentas y presas de una corrupción lacerante que completa un círculo vicioso que gira sobre sí mismo y agrava las cosas. Se mata, se desaparece, se delinque simplemente porque se puede hacer, y cuando el estado retrocede surgen y se fortalecen prácticas y actores que resultan ser más peligrosos.
Martín Caparrós desarrollo una historia interesante en que, de manera inclemente analiza nuestro mundo con un poco de ficción, una historiadora del siglo XXII decide hacer un recuento de cómo vivíamos nosotros en este momento y toca temas tan variados, tan conectados como el calentamiento global, el amor, el comercio y la virtualidad. El título alude a algo lejano para la ficción y presente en nosotros, “El mundo entonces”. Me llamó la atención en un capítulo llamado “la violencia privada” con algo retador y que aborda justo el retroceso del estado como entidad que administra y posee la violencia legítima y la aparición de otros agentes letales, el párrafo dice “América Latina era, en conjunto, la región más asesina del mundo en esos días con un promedio de 20 homicidios al año cada 100.000 personas: diez veces más que las medias de Europa y Asia. Entre quejas y lamentos, la barbarie se mantuvo hasta que ciertos líderes entendieron que la razón era muy simple: que solo uno o dos de cada cien asesinatos recibían el castigo.”
No se trata de caer en el simplismo, en la reducción de un tema por demás complejo que reclama mucha atención, pero no podemos dejar de lado que esta crisis, la crisis que no se ve en Casa Jalisco, tiene en su fondo el reclamo de la justicia que muchas veces no llega porque se niega, porque es imposible acceder a ella, porque la impunidad la sepulta con todo un marco jurídico, un entablado institucional, un esfuerzo colectivo y una aspiración incumplida. La impunidad y la otra crisis, la que no se ve pero se padece, en materia de justicia, tiene mucho qué ver con un Jalisco que todos los días se hunde en la criminalidad y está siendo rebasado por el horror.