Todavía con el fervor de la jornada electoral y sus resultados, las mexicanas y mexicanos hemos vivido horas emocionantes respecto al proceso electoral más grande e importante que se ha experimentado. Digo histórica sin exagerar. Todo parece indicar que, por vez primera, en toda la historia política de este país, la Jefatura de Estado y de Gobierno estará a cargo de una mujer, en este caso, de la doctora Claudia Sheinbaum Pardo. No es cosa menor, se trata de un triunfo de la lucha de izquierda y la causa feminista que ven, en este hecho, una conquista más en un país lamentablemente dominado por una cultura machista y una sociedad polarizada.
Los números, todavía preliminares, pero ya con una clara tendencia, nos hablan de un nivel de participación del 60 por ciento y una captación de votos que supera los 33 millones de sufragios. Para la elección de 2018 se estimó un 63% de participación y 30 millones de votos para el actual presidente. Es un primer indicador, menos participación, pero más votos para la ganadora. Otro indicador es sin duda, la conformación del Poder Legislativo, tal vez el tema más importante en un proceso electoral. Porque debemos pensar siempre, no importa quién gane la presidencia, la presencia de los legisladores de cada partido nos dice mucho de cómo se llevará a cabo la relación entre ambos poderes y el éxito del proyecto de gobierno de la presidencia. En este caso, todo parece indicar que Morena y sus aliados tendrán una mayoría calificada en la Cámara de Diputados y una holgada mayoría en el Senado, estaríamos hablando de entre 346 y 380 diputados (se requieren 344) y entre 76 y 88 senadores (de los que se requieren 86).
Estos últimos datos son por demás importantes, debe ser una prioridad para la próxima presidenta saber tejer una alianza con sus aliados que vaya más allá de lo electoral, la posibilidad de establecer coaliciones de gobierno es permitida por la ley, pero en materia legislativa requerirá mecanismos para afianzar esta mayoría y sobre mantenerla para sacar adelante su agenda legislativa y sobre todo, ahora sí poder concretar las reformas constitucionales que López Obrador no logró.
El próximo gobierno también deberá conciliar, como toda administración, con los problemas heredados, por ajenos y propios. El éxito de los programas sociales se debe enfrentar a una voracidad presupuestal que ya abarca una cuarta parte del presupuesto de egresos de la federación y pone en el escenario, cada vez de manera más recurrente, una reforma fiscal. El papel de las fuerzas armadas en la vida política es otro asunto, la inseguridad sigue siendo un reto y algo que no podemos dejar de lado es enfrentarnos a una demanda energética cada vez más amplia, en detrimento de las capacidades del país.
La jornada electoral también nos deja un reto mayúsculo para las autoridades electorales y para la ciudadanía misma. Las suspicacias en torno a los conteos rápidos y el PREP impactan la credibilidad de los procesos, pero también debemos tener en claro que una casilla que cierra a las seis no tendrá los resultados a las seis de la tarde e inicia un proceso de escrutinio y cómputo a veces largo. La desinformación es otro problema que prevalece, así como la falta de conocimiento de los procesos electorales o las funciones de los representantes populares de los cargos en competencia. Existe un interés cada vez más creciente por los asuntos públicos, pero, a pesar de los esfuerzos, hace falta mucho para conocer la diferencia entre un diputado y un senador, o lo que significa el PREP y el cómputo oficial.
Sea como sea, ese 2 de junio ya tiene asegurado un lugar en la historia de México. Será recordado como el día en que la ciudadanía mexicana salió a las calles a defender y ejercer la democracia que tanto ha costado y la que debemos mantener a pesar de todo. Será recordado como el día en que las instituciones se pusieron a prueba y cumplieron con su objetivo, como el día en que la mayoría decidió refrendar una visión de gobierno que, en la continuidad, debe garantizar muestras de innovación.
La democracia es un sistema que permite reinventar a una sociedad y un gobierno cada cierto tiempo, manteniendo ciertos principios inamovibles que la hacen funcional y robusta, procesos vigilados y transparentes, participación, respeto a la ley y los resultados, civilidad y madurez política distinguen una democracia y la hacen valiosa. Todo eso lo vimos ese 2 de junio, en que ahora toca a los ganadores, a la ganadora propiamente dicho, hacer que esa legitimidad y esperanza se conviertan en actos de gobierno, en decisiones en beneficio de todos. Porque de eso se trata a fin de cuentas esto, de que nos vaya bien a todos.