En la semana, una de las noticias más virales fue la de unos padres de familia y su intento infructuoso de nombrar a su hijo Thor Alberto, lo que en nuestra sociedad generó una serie de burlas y memes.
Voy a reconocerlo, también reí porque suelo reírme de cualquier situación, de la cotidianidad.
Sin embargo, y haciendo una reflexión social, qué nos importa que un nuevo ciudadano mexicano se llame Naruto Fernández, Pokemón López, Chewbacca Pérez o Crisipo Vargas.
Hace 500 años Juan, Jesús, María o Diego, eran impensables.
Hace 50 un Bryan, Adam, Keith, Ronaldo, también serían inimaginables.
Esto es evolución del lenguaje, y se concebirá de manera natural conforme se apropien los términos importados de otros idiomas (léanse alguna conversación de las generaciones millennials para reconocer esta progreso comunicacional).
¿O por qué tiene que estar sujeta a estándares el nombre que tú decidas para tu hijo con base en tus gustos, sentimientos, filosofías, religiones y creencias?
La respuesta del servidor público en el Registro Civil de Tampico Alto, en el norte de Veracruz, llena de la lógica actual, es que ese bebé en unos años será víctima de bullying, como si la crueldad infantil necesitara una excusa.
Insisto, esta peccata minuta, es lo menos de lo más, porque si no se puede tolerar un simple nombre porque las conductas sociales las ven anormales y les agreden ante el temor a las diferencias, cómo aceptar y evitar atentados contra diversidades más grandes como estilos de vida, reduciendo grupos culturales a minorías, rechazando colectivos por el gusto por un deporte, por la forma de alimentación, por la forma de cuidar su salud, por sus preferencias sexuales, o por gustos de consumo y diversión. Históricamente, la diversidad no tolerada ha sido motivo de castigo a esas minorías, fomentando el racismo y discriminación, argumentando riesgos en la identidad.
El lenguaje, en todas sus posibilidades, está sujeto a la transformación natural por la migración de los usos y costumbres. No es malo pensar que algo es raro solo porque no está dentro de nuestros códigos coloquiales.
Pero debe aceptarse como natural... Antes de que la discriminación haga acto de presencia. _