Acerca de Tedi López Mills (México, 1959) escuchamos poco, lo cual supone que su obra ha sido recibida sin los honores que merece, a pesar de que ganara el Premio Xavier Villaurrutia de Escritores nueve años atrás. Desconozco poetisa más interesante hoy que ella, quien además da lecciones magistrales en cada pieza. La primera edición de Muerte en la rúa Augusta (Editorial Almadía) fue de 2009, hasta ahora sus lectores seguimos esperando alguna reedición y asumimos que no llegará pronto.
El libro va transformándose de un diario trágico en tragedia poética: el desdoblamiento de la razón sucede mediante la pérdida de cordura.
Desde épocas remotas
el hombre o los seres humanos
siempre han trabajado.
¡El trabajo es lo más saludable que hay!
En la Biblia todos trabajan y por eso progresan...
Aparece un inconveniente con tal sentencia: no siempre se está en condiciones de trabajar, por incapacidad o porque el lapso para laborar concluyó, como el del protagonista. Mills rompe el silencio moralista que otros autores guardan. ¿Incomoda? Sí, deben molestar temáticas críticas que aquejan a la época. Escribe según las preocupaciones que tiene y la ventaja es que son concretas: desempleo, comportamiento inestable, aislamiento, necesidad de encontrar un asidero del acoso de la gente cercana o extraña.
Obstinada “en la máquina de la conciencia”, Mills evidencia “sin recato el fino hilo que nos mantiene atados al mundo” y lo corta. Gordon busca un edén artificial donde habitar con la voz interior que ninguna tregua ofrece, pero tampoco pretende salvarse, sino lo contrario: implementar el frenesí. La rúa Augusta se ubica en São Paulo. El título surge de un viaje a Lisboa y enfatiza el tono ficticio, el escenario ha sido inventado porque así las dilaciones transcurren mejor, a la orilla de una alberca californiana.
En una entrevista con la revista Tierra Adentro, Mills comentó que cuando camina por una calle suele cambiarse de acera, pero que, al acomodarse en el contraviaje, a veces logra provocar el remedo de una experiencia.
La pertinencia del delirio parece ser lo importante y la gran poesía mexicana defiende desde José Gorostiza el discurso que transcurre en la medida que el poema avanza con o sin sentido. Gordon prefiere adaptarse en lugar de emprender una fuga, ya que al moverse comenzaría obsesivamente a pensar en regresar al origen; entonces, inmóvil, espera que nada suceda y todo ocurra.