Se cree a manera de leyenda, que las historias que inspiraron novelas clásicas son extraordinarias. Sin embargo algunos autores lo desmienten en cuentos y más allá de adoptar una postura, hacen sencillo y fácil algo complejo, subjetivo. Hay una tradición instaurada alrededor del relato corto, dentelladas de realidad provenientes del esfuerzo constante que implica compactar lo inagotable. ¿Para qué? Cada vez los almanaques van perdiendo popularidad porque el lector busca un resplandor fugaz. De la iniciativa al proponer, elaborar un listado de breves lecturas es justo y necesario comenzando el año:
1. “La amada no enumerada” de Heinrich Böll. 2. “La tela de Penélope” de Augusto Monterroso. 3. “El canario” de Katherine Mansfield. 4. “La oveja negra” de Italo Calvino. 5. “Las moscas” de Horacio Quiroga. 6. “Ante la puesta de sol” de Fernando Pessoa. 7. “El artista del hambre” de Franz Kafka. 8. “Amantes asesinados por una perdiz” de Federico García Lorca. 9. “El árbol del orgullo” de G.K. Chesterton. 10. “El camino de regreso” de Dashiell Hammett.
Tan contrastantes como sus autores, tales títulos permiten acercarse a quienes fueron reconocidos por extensas obras en ocasiones inaccesibles. El modo efectivo de promover la lectura no consiste en resumir novelas sino en buscar aproximarse mediante otros textos menos largos. Reconocidos mundialmente y con trayectorias que ameritan indagarse, desde lo inverosímil hasta el realismo puro, cada trama depende fundamentalmente del amor, la mala suerte y el juego. Sin que el autor pretenda brindar muestras del estilo prolijo que lo caracterizó pero con la excusa de contar, evidencia maestría.
Para sentirse consolados ante la imposibilidad de abarcarlo todo, dichas narraciones divertidas, humorísticas, claras, permiten franquear la frontera del tedio que surge mediante largas lecturas y así congraciarse con el ejercicio de leer. Originales en distintas regiones cada cual brinda una perspectiva capaz de atravesar la emocionalidad y desbordar cualquier límite local o temporal, perdurando.
La escritura experimenta una evolución compleja. El debate sobre el compromiso del escritor manifestándose en la inmediatez ha sido históricamente prolongado y amerita un nuevo trato. La cuestión depende de las buenas condiciones en que una acción sea realizada a través del lenguaje y despliegue elocuencia.