Maria van Rysselberghe (1866-1959) es una autora de culto que el último siglo la escondió muy bien. Amiga del escritor André Gide, quien se encargó de documentar su vida en un volumen que Gallimard publicaría con el título Los cuadernos de la Petite Dame, y cuya precisión biográfica resulta fundamental para definir una época ilustre.
Ella escribió excepcionalmente sobre algo común. No redactó la tradicional novela de amor: fue del simbolismo fantástico al puro realismo en Para un ruiseñor (Errata Naturae Editores). Esta oda vincula con fuerza el ave al imaginario de Rysselberghe y, compartiendo sus íntimos anhelos, revela lo importante del encuentro con él.
Cito: “Del inaudito sortilegio de tu
canto quisiera conservar un recuerdo perfecto, pajarillo trémulo, que el azar sitúa al filo de mis quebrantos”. El pájaro en la literatura tiene una connotación simbólica. Dispuesto a ser un personaje protagónico, este ruiseñor busca tener también otro propósito. Rysselberghe le otorga una conciencia acerca de lo inefable que armoniza con la naturaleza humana.
“Te complaces en la opulencia; y luego, alzando el vuelo (…) dejando tras de ti arabescos y guirnaldas te lanzas adonde nada ni nadie pueda seguirte y vanidosamente yo quiero subir”. La propuesta de Rysselberghe consiste en meditar sobre lo admirable y este libro ofrece mucho qué admirar.