La devoción por las letras no es siempre inherente al escritor. Uno escribe por muchas razones y habrá alguna menos válida que otra. A veces, incluso, se puede escribir sin querer. En el caso de María Iordanidu (1897-1989) lo último no pareció ocurrirle, su prosa poética hace pensar que todo en ella resulta apasionado y sorprendente. Nació en Constantinopla cuando aún era el imperio que después caería.
Su existencia sería una larga lucha por sobrevivir, que exitosamente consigue para legarnos de las mejores obras en narrativa. Sólo tres libros componen el haber literario de la autora y, sin embargo, bastan. Casi antes de morir publicó Loxandra, que estaría seguida por Vacaciones en el Cáucaso y finalmente Como pájaros atolondrados (Editorial Acantilado).
La heroína de este título, Ana, parece haber venido desde muy lejos y en efecto es así. Durante las primeras dos novelas, mil cuitas fueron contadas desde lugares como Rusia, pero ahora una larga espera compone lo que narra por última vez mientras acumula alegrías y tristezas. De Alejandría a Grecia viaja mientras la guerra ocupa los países.
Algo de autobiografía recrea Iordanidu junto con personajes ficticios alcanzando la realidad. Generaciones oscilando entre miseria y salvación, quién sabe cómo lograron resistir la ocupación alemana, ciudades divididas y traumáticos escenarios.