La frase del poema “he visto a las mejores mentes de mi generación (…)” que escribió Allen Ginsberg, marcó su época. No toda la inteligencia es entendimiento, ni cada hombre resulta brillante y William Gaddis (1922-1988) lo sabía cuando publica Ágape se paga (Editorial Sexto Piso). Él fue uno de aquellos personajes que trascendieron. La palabra griega ágape define en español un “amor” incondicional pero también reflexivo.
El amor se paga quedaría traducido el título de Gaddis. Los cristianos bíblicamente le definen como algo sacrificante. Quien dedica su vida para reflexionarlo tiene una responsabilidad con la humanidad y a tales personas menciona Ginsberg en Aullido, aunque no siempre comparten el mismo derrotero flagelante y calamitoso. Sin embargo, cuando sucede son capaces de interiorizar la adversidad.
Este monólogo interpela al lector, mientras el protagonista malogrado Jack Gibbs agoniza en su lecho y tiene un final existencial guiado por el libre fluir de una conciencia que se conoce a sí misma.
Gibbs pagó el precio de vivir entregado al quehacer creativo. Nunca realizó obra maestra alguna y en su fracaso “está el triunfo de Gaddis, alertando desde el Más Allá sobre la música invisible pero cierta de la entropía”. Siendo el testamento de alguien que nos suplica intentar comprender lo incomprensible.
Erandi Cerbón Gómez
@erandicerbon