Hay autores para quienes la brevedad de su vida no impide que el talento perdure y trascienda. Por ejemplo, John Keats, Percy Shelley, Heinrich von Kleist y Sylvia Plath. En otro contexto están aquellos que mueren tras una larga existencia y se consagran escribiendo poco, como Juan Rulfo. Equiparable a ambos casos, la producción de Marianne Fritz (1948-2007) fue corta, pero La gravedad de las circunstancias (Editorial Alpha Decay) devino novela de culto.
Afirman los editores que es “prácticamente inhallable incluso en ediciones de lengua alemana, y que ha sido publicada apenas por primera vez en castellano como una de las grandes joyas bibliográficas olvidadas de la literatura europea del siglo XX”. Fritz no experimentó ningún conflicto bélico y, aun así, narra como si lo hubiese padecido en carne propia.
La historia relata los horrores de la maternidad, consecuencia de una supervivencia hostil. Inicia con un diálogo entre mujeres que parecen ser la misma: Berta, pareja de Wilhelm Schrei cuyo amigo, primer cabo, murió, y Wilhelmine, su esposa. La viuda queda a merced de un país convulso. Se reprocha el embarazarse de un soldado de la Wehrmacht. De intenciones escabrosas, los personajes entablan una dinámica que puede considerarse obscena. Locuaz y enfermiza, Berta pretende salir indemne con dos hijos malcriados de “la gravedad de las circunstancias que la historiografía resume en el concepto de Segunda Guerra Mundial”. Sin embargo, la voluntad que tiene de protegerlos desemboca en un doble homicidio.
Cada capítulo Fritz lo entrelaza con ingeniosos títulos como “Solo estaba soñando”, “Una letra recta, redonda y de bonito trazo” y “Mal sueño” (…) que aclaran la novela. Denuncia que subestimamos los eventos más trascendentales, gratos o desafortunados, en continua transición. Enfrentémoslo con digna abnegación, resignémonos buenamente: “las zarpas de la vida modelan y dejan marcas”.