Hay diferentes géneros literarios y aunque la intención del escritor sea clasificar un texto, a veces la diferencia entre ellos resulta solo artificiosa. Así ocurre con El padre muerto (Sexto Piso), que publicó Donald Barthelme (1931-1989) y cuyo formato de obra teatral evoca cuentos, novelas, ensayos, críticas (…).
La trama gira en torno a: “¿Cómo deshacerse de alguien que su cuerpo inerte se extiende 3 mil 200 brazos, desde la Avenue Pommard hasta el Boulevard Grist? Y que pronuncia discursos, ejecuta sentencias y promulga edictos aún después de la muerte”. Esta pregunta deben respondérsela Thomas, el descendiente del fallecido, y su esposa, Julie.
Experimentando el duelo de un personaje universal, pues progenitor tenemos todos, una multidud lo arrastra hacia la tumba. Expedición que atraviesa territorios inhóspitos. Mientras acechan amenazas y surgen peligros alrededor, el propósito debe cumplirse para darle sepulcro en alguna región donde él quepa.
No es una elegía ni el lamento de un hijo. Al contrario. Por fragmentos jocosa, la puesta en escena —igual que Franz Kafka sugirió, pero en carta— insinúa una figura paterna tirana, agresiva e incluso nefasta que sin vida continúa descargando su ira.
Asociado a Thomas Pynchon, aparte de crear, Barthelme trabajó editanto letras inéditas de ídolos como William Carlos Williams y Norman Mailer. Fue de los autores más representativos del siglo XX en Norteamérica, sin embargo poca gente le nombra afuera de ella.
@erandicerbon