La vida no es una adaptación de hechos. El libro sí y la trama que relata un escritor será meramente discursiva aun contando su realidad. En novelas históricas y biografías hay rasgos de ficción: los “sucesos reales” no vuelven a ocurrir, ni siquiera contándose.
Así, Louis Dumur (1860-1933) simula un pasaje de Las mil y una noches en Cadenas de oro (Editorial Periférica). Como existen palabras en cada lengua con qué nombrar todo o referirse a ello, surge la idílica visión en la que el autor se inspira en una historia para escribir. Aunque resulta innecesario orquestar de nuevo alguna narración sobre lo que ya fue relatado, jamás se cuenta lo mismo.
Esta novela corta es prolegómeno de más extensas que harán relucir a Dumur: decadentista que perteneció al siglo XIX y murió durante el XX. El protagonista decide escribir un cuento cada semana a una amante que lo dejó, cual si fuera su Sherazade. “Qué estupidez, pensarás, morir por amor y morir por no saberse completo”. Pero él vive.
Versando sobre un hombre llamado Antoine de Rivarol, Dumur idealiza, arremete y se mofa a través del discurso amoroso contra un romance que ya no continúa, mientras una época de creadores acontece (Voltaire, Sainte-Beauve, Montesquieu, Racine) y hay una moraleja. Su narrador comprueba que agotar el lenguaje es una manera eficaz para guardar silencio, enmudeciendo al cariño.
@erandicerbon