Política

La otra batalla de Puebla

  • Verdad amarga
  • La otra batalla de Puebla
  • Enrique Sada Sandoval

Si la historia oficial, soporífera y proyanqui pese al bronce con que se le rodea, fuera medianamente inteligente o didáctica—el hambre produce presupuestívoros, pero no historiadores de cepa ni pedagogos—en vez de vender la fecha en que los “liberales” mexicanos salvaron en suelo y con sangre mexicana a sus amos norteamericanos de un ataque combinado de fuerzas franco-confederadas, haría mejor en vender como tragicomedia la otra batalla de Puebla, que ocurrió un año después.

Tras la victoria efímera de 1862, Ignacio Zaragoza escribía a Juárez sobre su deseo de quemar Puebla, que mostraba luto por la derrota de los franceses, excusándose de hacerlo por haber mujeres y niños. 

Pero la muerte por cólera sorprendió al incendiario y Jesús González Ortega tomó el lugar del texano muerto, teniendo por segundo e incómodo rival de mando al ex presidente Ignacio Comonfort en 1863, y a Puebla nuevamente por escenario.

Comonfort, que dio autogolpe de Estado para desconocer por impopular e ilegítima la Constitución de 1857 que él mismo promulgó, volvió del exilio—tras mendigar aceptación entre liberales y conservadores por igual—al redil “all american”, presentándose ante Juárez con un saco de títulos expedidos en las logias de Nuevo Orleáns, por los que fue aceptado.

Con el hambre sitiando a todos antes de la primera batalla—pues Comonfort no mandaba alimentos—Ortega tomó por franceses el bastimento que le envió el general Valdés, haciendo fuego sobre el mismo, con saldo de 40 burros muertos y el hambre permanente, avanzando los franceses entre el 29 de marzo y el 5 abril.

Mandado por Juárez a que dejara de pasearse en Atlixco, (donde por evitar la batalla, Leonardo Márquez le mató más de 200 hombres e hizo desertar su columna) Comonfort siguió órdenes de quien desconociendo de estrategia militar lo llevó a su perdición, dejando al enemigo (tras huir en el cerro de la Cruz) 2000 hombres, 20 carros de víveres, 400 mulas e incontables carneros, corriendo a entregarse a la caballería francesa para salvar su vida, pues Juárez ordenó a Ortega que, aun pudiendo auxiliarlo, lo abandonara y volviera a Puebla.

El 5 de mayo Ortega mandó emisario al mariscal Fréderic Forey pidiéndole permiso para retirarse; sin embargo, la tropa entera de Ortega se pasó al enemigo, salvo los principales jefes republicanos que fueron puestos en prisión, en tanto la ciudad y el pueblo de México celebraron el triunfo del ejército galo.

Google news logo
Síguenos en
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.