Para el 14 de junio se anunció en el INEHRM una conferencia dedicada a revisar el juicio realizado al emperador Maximiliano I de México.
Se anunció la participación de Rafael Estrada Michel, Ricardo Méndez Silva y el Dr. Silvestre Villegas Revueltas, no asistiendo el segundo ni explicándose su ausencia, siendo la intervención del Dr. Villegas la única rescatable por ecuánime y propositiva en tanto la de Estrada Michel fue deplorable, pues no solo mostró desconocimiento—hablando de un manifiesto apócrifo de Juárez que solo la historia oficial sigue vendiendo como “auténtico”, pese a haberse demostrado su falsedad desde hace un siglo—mientras elogiaba vergonzosamente a la directora, la doctora Galeana, y con ello al erario público.
Por su parte, la sobrina de Chuayffet trató al público como si fuera un idiota que desconociera el tema: omitiendo el tema central y los documentos que sí existen, entre contradicciones, parloteo y trató de seguir vendiendo la imagen de bronce del “héroe” preferido por la cleptocracia en México (Juárez) con un discurso nada académico, deplorable y totalitario; más propio del nacional-socialismo o del stalinismo de los años treinta.
A la hora de las preguntas del público, conformado por cien personas, se dedicó a seleccionar cínicamente solo 10 preguntas que le eran convenientes, hasta que uno de los asistentes se puso en pie y se lo increpó, diciéndole que no podía burlarse del público de esa manera. No acostumbrada a la réplica, la señora Galeana ordenó a la policía que lo retiraran de inmediato, mismo que entre la violencia a la que se le sometía le espetó que era una vendida proyanqui que vivía de repetir la mentira, ante lo que el público indignado optó por retirarse del recinto.
Independientemente de su nula capacidad como historiadora (sustentada en el medio académico solo por sus relaciones político-familiares) y del evidente miedo que le producen otras opiniones, lo más deplorable en la directora del INHERM es su falta de escrúpulos al igual que su manejo de los mismos, con actitudes despóticas y desde un discurso tan totalitario como cínico.
Y lo peor: que lo hace amparada en una institución pública donde, con toda impunidad, se dedica a perpetuarlo.