En medio de una nación sumida en la incertidumbre y la violencia, donde cada día las fuerzas del orden enfrentan delincuentes mejor armados y en muchas ocasiones más capacitados, la única forma de pacificarnos es atendiendo de fondo el problema de la desigualdad y falta de oportunidades, es ahí donde debemos centrarnos, inhibir a los delincuentes antes de que coopten a los jóvenes bajo un deslumbrante y peligroso futuro.
Mientras el debate público se centra en quién es la corcholata favorita del Presidente o la oposición al país se lo está llevando el carajo, es crucial reconocer que la violencia no desaparecerá por sí sola, los enfrentamientos en las zonas rurales son el claro ejemplo de que tenemos a los delincuentes metidos hasta la cocina. Es momento de enfrentar el desafío de frente y tomar medidas contundentes.
La inseguridad, con sus expresiones de crimen organizado, violencia urbana y delincuencia común, ha permeado todos los aspectos de la sociedad. Desde el ciudadano común hasta el empresario exitoso, todos se han visto afectados por esta problemática, igual roban en la Alianza en Monterrey que en una joyería de Polanco en la CdMx.
El mensaje del secretario de Seguridad es imperativo: fortalecer las fuerzas de seguridad y dotarlas de los recursos necesarios.
Se requiere una mayor inversión en capacitación, tecnología y equipo para que puedan hacer frente a los retos actuales. Además, es fundamental abordar la corrupción dentro de estas instituciones, estableciendo mecanismos de transparencia y rendición de cuentas.
Es crucial trabajar en la prevención del delito. Esto implica invertir en programas educativos, sociales y culturales que brinden oportunidades y alternativas a aquellos que están en riesgo de caer en la criminalidad, son sus hijos, los míos, los nuestros, los que están en peligro.
Cada semana escucho lo “maravilloso” que es Nuevo León, lo atinados de los programas, pero hace falta fomentar la participación ciudadana y el fortalecimiento del tejido social.
La pacificación del país requiere de un compromiso colectivo, donde todos los sectores de la sociedad se involucren activamente en la construcción de una cultura de paz; todavía estamos a tiempo.