Para nadie es un misterio que actualmente vivimos en tiempos de grandes cambios y procesos culturales, influenciados por las nuevas tecnologías de la información y las redes sociales; esas que están conectadas por uno o varios tipos de relaciones, ya sea por amistad, parentesco, intereses en común o ideologías, directamente relacionadas con el actuar de los nuevos movimientos sociales, a una velocidad insospechada, todas las historias conviven bajo el mismo spotlight.
La pandemia puso sobre la mesa la necesidad de que los padres a toda costa intentaran que sus hijos no se rezagaran en sus estudios; por ello, en gran medida pusimos al alcance de los menores toda clase de dispositivos con la firme intención de que tomaran clases.
Mucho se ha discutido sobre las implicaciones sanitarias para regresar a clases, incluso en este espacio. Y ¿alguien se ha detenido a pensar en los niños y la deshumanización a partir de las tabletas, teléfonos inteligentes y demás dispositivos?
El encierro y la pandemia hicieron de nosotros una versión digital, con ella, la incapacidad de estar solos, las redes nos demandan estar 7/24 conectados. No sabemos estar completamente solos, tristes o alegres. Las redes hicieron de nosotros y nosotros de nuestros hijos esclavos de los likes, del comments o shares.
Los niños ya no miran a la gente cuando hablan, familias enteras viven a expensas de los teléfonos o dispositivos. En la era prepandemia, los parques y patios de las escuelas eran un campo minado de gritos, llamadas de atención e inclusive insultos entre los menores, sentían en carne propia lo que era lastimar o ser lastimado por una palabra. Decirle chaparro, feo, gordo a alguien tenía consecuencias inmediatas: sentirse bien o mal por haberlo hecho, de frente y viéndose a los ojos.
Los menores son crueles, así es como experimentan los límites para crecer, ahora a través de un chat nuevamente se dicen chaparros, feos y gordos; no sienten cuánto lastiman al otro, porque el aludido se ausenta del chat.
Hace falta volver a las aulas no solo para detener el rezago educativo, necesitamos ayudar a nuestros hijos a construir habilidades sociales y de empatía con los demás, sin estar detrás de una pantalla.
Enrique Burgos-Véliz
@enriqueburgosv