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Phoebe Bridgers: rubia platino

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  • Enrique Blanc

Pocas compositoras y cantantes han tenido un ascenso tan sorpresivo en su carrera como recientemente lo ha hecho Phoebe Bridgers, quien con Punisher, apenas su segundo álbum, se afianza como una de las voces destacadas de ese cruce de caminos entre el folk y el rock. Obvio, también hay que considerar sus sonadas colaboraciones en Boygenius —el trío que conforma junto a las también estadounidenses Julien Baker y Lucy Dacus— así como en Better Oblivion Community Center (BOCC) —su sociedad junto al dinámico Connor Oberst—. Pero mucho de su reconocimiento está ligado a los dos estupendos discos firmados con su nombre.

Es en parte, el éxito mediático de su sencillo “Kyoto”, el que ha dado a conocer a la chica de 25 años, nacida en California. En su pintoresco videoclip ella aparece sobre fondos de ciudades japonesas, con un vestido negro que tiene un esqueleto estampado en blanco y una sonrisa recurrente. La simpleza del clip va en el tono de la personalidad de quien se antoja poseedora de una sencillez a toda prueba y por ende de una incuestionable simpatía.

Si hacemos un repaso raudo por su aún poca aunque consistente obra, tendríamos que detenernos en ciertas canciones. Allí están, por ejemplo, tanto la juguetona “Dylan Thomas” como la reflexiva “My City” de BOCC, e incluso la nostálgica “Didn’t Know What I Was In For”, las tres más magnéticas de un álbum muy bien elaborado en general. O bien, la fantasiosa y musicalmente refinada “Me and My Dog” del debut de Boygenius.

Con respecto a su primer álbum solista, ése espléndido racimo de canciones titulado Stranger In The Alps, digamos que la revista digital Paste lo incluyó en su lista de los “100 Mejores álbumes de folk indie de todos los tiempos”, en un lugar verdaderamente privilegiado (#4) —también está incluido el EP de Boygenius (#17)—. Y, sobre aquél, argumentó: “Alps está en su núcleo, una colección de tristes canciones folk, con hábiles pertrechos sónicos e inteligentes referencias (David Bowie, Jeffrey Dahmer) que le añaden dimensión (…) A sus 23 años, ella ya tenía una obra maestra bajo su cinturón”. De éste destaquemos algunas de sus canciones: “Motion Sicknes” y su equilibrio entre la voz hechizante de Bridgers y esa guitarra con trémolo que la ornamenta, así como su ritmo que trota a paso optimista sin perder su compás; una canción polémica que refiere al encuentro abusivo que tuvo con Ryan Adams, quien le produjo su primer EP. La emotiva “Scott Street” —su video es muy bueno— con ese tono melancólico y salpicado de remordimiento. La funeraria “Killer”, montada sobre piano, con la voz cómplice de John Doe (X) y esa rotunda frase que dice: “Pero soy estúpida en el amor / Y no hay nada que pueda hacer.” Y “Smoke Signals”, colmada de reminiscencias de una relación que se ha terminado, triste por una parte, espinosa por otra, con esos sonidos ocasionales que le dan personalidad. Un álbum ineludible.

En cuanto a Punisher, ya los títulos de sus canciones echan a volar la imaginación: “I Know The End”, “Chinese Satellite” y la que lo bautiza, más allá de la seductora “Kyoto”. La primera es una balada de despedida que repta por distintas melodías a lo largo de sus casi 6 minutos, y desemboca en un outro desbocado que anima la guitarra de Nick Zinner (Yeah Yeah Yeahs). La segunda exhibe un señorial arreglo de voces e instrumentos; una más de varias co-escritas con Connor Oberst y Marshall Vore. Y la tercera, escrita para Elliot Smith, una de las influencias que Bridgers menciona entre su lista de personas determinantes para su vida y su quehacer artístico. “Soy superfan”, declaró ella en una entrevista que publicó The New York Times.

Una rubia platino a la que hay que prestar atención; profundizando en la obra que ha producido a la fecha que, pese a ser aún breve, es en suma luminosa y refrescante.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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