Poco a poco se revela el cuantioso contenido de las comunicaciones de la Secretaría de la Defensa Nacional que fueron hackeadas por el colectivo Guacamaya. El recuento que se tiene hasta el momento es aterrador.
Es el Ejército vendiendo armas a células delictivas o vigilando a la prensa y defensores de derechos humanos o clasificando a grupos que exigen paz y justicia o reportando presuntos vínculos del titular de Segob, Adán Augusto López, con policías y secretarios ligados al Cártel Jalisco o nexos con el hampa de los mandos de seguridad en los estados donde gobiernan distintos partidos: Movimiento Ciudadano, Morena, PRI… ninguno se salva. O mejor dicho, la ciudadanía no se salva.
#GuacamayaLeaks es el espejo que muestra a un pueblo encarcelado, desaparecido, enterrado en fosas clandestinas, asesinado, desprotegido, desplazado, ensangrentado, saqueado por sus políticos y empresarios (civiles y militares) vinculados o totalmente integrados con la delincuencia organizada.
Es Tlatlaya, es Tanhuato, es Zongolica, es San Fernando, es la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa hace ocho años, es el asesinato de Esmeralda Gallardo y más madres buscadoras, son los feminicidios encubiertos por las fiscalías que revictimizan a jóvenes, es la más reciente masacre en Totolapan, Guerrero…
El día que López Obrador minimizó la extracción de información de los correos de la Sedena y dijo que ya todo se sabía, tal vez se refería a que lo exhibido ratifica denuncias, reportajes, evidencias presentadas por periodistas y luchadores sociales desde hace décadas. Confirma que la mafia permea en todos los niveles de gobierno, los cárteles y sus células se incrustan en la vida económica y política del país y el narco-Estado militarizado que comete crímenes de lesa humanidad permanece y se robustece.
En los próximos días, las acciones y los discursos del régimen se endurecerán. Intentarán permear sus “otros datos”, ante la desbordada realidad.
Nos resta en estos tiempos aciagos que el horror no se normalice, que los actos ilícitos no dejen de sorprender y que la propaganda no logre engañar.
Aquí entre nos
Y ya está entre nosotros El Rey del Cash. Las cartas y las corcholatas, sobre la mesa.
Elisa Alanís
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