López Obrador sabe lo que quiere desde hace décadas.
Hoy concentra y acumula poder.
Hoy puede intentar aterrizar sus ideas, ya como Presidente de la República.
Por eso escuchamos el mismo discurso, una y otra vez.
Lo hace porque quiere y puede.
Y en medio de la pandemia de coronavirus, quiere y puede ir a zona narca.
Quiere y puede darle la mano a la madre de Joaquín El Chapo Guzmán.
Quiere y puede pedir aplausos en su conferencia mañanera.
Quiere y puede proponer la devolución del tiempo fiscal a los medios de comunicación.
Quiere y puede dar un informe de gobierno, cuando la población espera acciones urgentes y estrategias frente a la emergencia sanitaria y económica.
Quiere y puede pararse en solitario, en el patio de Palacio Nacional, para enviar su mensaje, enumerar logros y gritar “Viva
México”.
Quiere y puede decir que este momento viene “como anillo al dedo” para la 4T.
Quiere y puede señalar —en fase 2, con un centenar de personas fallecidas, sus familias enlutadas, y la inevitable (López-Gatell dixit) llegada de la fase 3— , que México es el segundo país con menos infectados por número de habitantes, después de India.
Quiere y puede pedir una tregua y repartir golpes a sus adversarios.
Quiere y puede desdeñar a quienes, desde la izquierda, lo acompañaron en algún momento y hoy piden un acuerdo nacional “para superar la crisis y establecer las bases para una nueva etapa de crecimiento y prosperidad”.
Quiere y puede recalcar que sus objetivos (22 millones de beneficiarios, 2 millones 100 mil créditos, 2 millones de nuevos empleos) son un plan.
Quiere y puede criticar y llamar “condescendientes” incluso a los que intentaron defenderlo diciendo que el mandatario dio lineamientos generales y el secretario de Hacienda desglosaría esta semana las medidas.
Quiere y puede, porque dispone de todos los recursos y el aparato de un sistema presidencialista.
Por eso, quiere y puede seguir siendo el político de siempre en la mayor crisis mundial de los últimos tiempos.
@elisaalanis
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