La hidalguense Xóchitl Gálvez Ruiz, candidata a la presidencia de México, única en ostentar dicha encomienda desde que la política es política y desde que los hidalguenses han intentado ser presidentes de este país, es una verdadera incógnita.
Pese a que una mayoría de mediciones la dan por derrotada el 2 de junio, no existen datos certeros o muestras tangibles que permitan aseverar que la contienda electoral está decidida y me remito a una simple razón.
En la actualidad, la mayoría de los indecisos no expresan abiertamente estar del lado de la originaria de Tepatepec, pero cuando se les ha preguntado en todas las mediciones, afirman haber decidido ya su voto.
Por ende, es probable que quienes representan a la mayoría de los que no han revelado por quién van a votar, lo hagan por alguien que no esté en el poder político. Así ha sido históricamente, un dato que vuelve un misterio el resultado que pueda alcanzar Xóchitl Gálvez para el día de la votación.
También influye el hecho de que en lo que va del sexenio, la derecha se ha replegado de fea forma y se han alejado incluso de las raíces fundamentales del conservadurismo, algo que deberían ostentar como bandera de campaña si es que desean ser lo más transparentes.
Es decir, que Xóchitl Gálvez diga realmente lo que piensa de las clases más necesitadas y de los programas sociales, no lo que le hayan escrito los asesores, o lo que crea que está bien para no desentonar, sino lo que sienta en su interior, como el ex presidente Vicente Fox, que al menos dice lo que sale de su ronco pecho.
Xóchitl no está derrotada, es un hecho, y a falta de un tercer debate presidencial, la hidalguense que está en la antesala de Palacio Nacional, bien puede tomar la bandera y arrojarse al vacío de los votantes indecisos, esos que les da miedo salir a decir que van a votar por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) o el Partido Acción Nacional (PAN), pues no son buenas referencias políticas personales.