Si hay una elección decisiva para el futuro político del país y del siguiente año en particular, es la votación de Hidalgo para este 2022.
No solo está en juego la silla estatal, sino la estrategia de la más grande oposición a la que habrá que enfrentar el presidente López Obrador y su partido Morena, pues de perder se abren las puertas para una pelea electoral rumbo a 2024.
Ante este escenario, las instituciones deben ser fortalecidas y no destruidas, y lo digo por lo ocurrido con el Instituto Estatal Electoral, cuya presión desde el INE y los partidos terminó en el debilitamiento por remoción de dos consejeros, una de ellas la presidenta.
Ahora, bajo ese pretexto, el INE echa a andar una posibilidad desde sus oficinas centrales: tomar las riendas de elecciones importantes, centralizar, influir de sobremanera, algo que incluso el Presidente se los ha pedido en reiteradas ocasiones.
¿Qué pasa si el INE atrae la elección de Hidalgo?, mucho, se pierde la confianza total en los procesos democráticos del estado y se deja a la intemperie todo lo construido en temas de participación ciudadana. Es obvio que no todos los resultados electorales son para dejar contento a medio mundo, pero en el caso de la elección para gobernadora o gobernador ya se siente, ya se espera, es más, ya se avecina que habrá mucha discordancia entre representantes, mucho debate, y un resultado histórico, sea cual sea.
Ya el INE anda verificando cada paso de los aspirantes a la candidatura, y hay que recordar lo que ocurrió el año pasado en Guerrero y Michoacán donde bajaron a candidatos de las campañas.
Por eso habrá una supervisión extraordinaria para el proceso hidalguense de renovación del Ejecutivo, una especie de marcaje personal en donde se podrá fácilmente avizorar qué trae cada quien para negociar, acordar e impugnar.
Eduardo González
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