Los acuerdos políticos alcanzados a finales de 2018 con la llegada a la presidencia de Andrés Manuel López Obrador en diversos estados donde gobierna la oposición a Morena quedaron en el olvido.
Tras los primeros 100 días de gobierno, al mandatario nacional se le suma a todos los pendientes el tema político que parecen no quererle entrar desde las oficinas en Gobernación.
La secretaria Olga Sánchez Cordero aparece poco y solo se le ve en manifestaciones a modo donde las posturas resultan ser obviedades. Sería políticamente incorrecto que se pronunciara con mano dura en contra de quienes alzan la voz contra el Presidente.
Detrás de ella, no hay un solo subsecretario, ni Zoé Robleo, ni Alejandro Encinas, que quiera o busque salir al paso de los detractores del gobierno de AMLO que cada vez son más y atacan con más furia.
Es el propio Andrés Manuel quien parece defenderse a sí mismo. Quizá por eso no cesan las revelaciones en conferencias mañaneras, mismas que se han convertido en un juzgado de interlocutores entre gobierno y medios de comunicación.
Además, a ello se le suma el caballo de Troya que representan personajes antagónicos y grupos como el de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, en donde la presión mediática de los diputados locales de Morena con mayoría en el Congreso ha servido únicamente para romper acuerdos y frenar el trabajo para los hidalguenses.
La guerra sucia arreció en fechas recientes con los supuestos grupos políticos en los estados que organizan las protestas y rechiflas a los gobernadores. Hoy le toca de nuevo al Presidente una prueba más en Hidalgo, donde estarán los representantes morenistas y diputados bien organizados para quejarse del gobierno estatal con AMLO.
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