El inicio de las campañas para diputados federales y locales en Hidalgo traen lo de cada proceso. Como casi cada año hay elecciones en el estado, el tiempo de reflexión ciudadana e incluso el de alguna evaluación sensata no es suficiente y cuando menos vemos ya están de nuevo los candidatos y candidatas inundando redes sociales, buzones de viviendas, canales de televisión, estaciones de radio y todos los espacios públicos, con los mismos discursos de siempre.
Que hay que cambiar el rumbo de las cosas, que hay que regresar lo que se estaba haciendo bien ¿cuál es el ese gobierno perfecto del que todos hablan, y por qué tenemos que regresar corriendo a pedirle perdón en las urnas? Acaso los mexicanos nos perdimos de algo o la situación post pandemia nos borró la memoria y nos ha cegado para siempre.
Lo malo de las campañas es que se genera un cúmulo de esperanza y expectativa para el ciudadano promedio, que parece que tiene una deuda eterna con los políticos, pues no solo debe ir y votar como una obligación, sino que debe y tiene que abrir sus oídos, puertas, y contenidos digitales a todos los mensajes de aspirantes.
Los mexicanos tenemos un grave problema político y social, pero en particular nos afecta demasiado la ineficiencia con la que procesamos lo que se nos oferta, lo que terminamos eligiendo, lo que debemos calificar; vaya, somos muy malos consumidores en todos los aspectos.
La esperanza política que generan las campañas redunda en cada proceso en que nos va a ir mejor y no lo sé usted, querido lector, lectora, si acaso vivimos en algún lecho de rosas o nos conformamos con decir que estamos mejor que algún país de Centroamérica o África.
En este 2021 que ya es calificado como el año del proceso electoral más grande e importante de la historia, seamos cautos para analizar y sobre todo no estemos cerrados a ninguna de las propuestas, pues en ello está el que comencemos a tener una buena cultura de la democracia y la participación. _
Eduardo González
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