El gobernador Omar Fayad se refirió ayer a que la decisión para la candidatura del PRI de la elección a gobernador en 2022 debe ser por competitividad y no por otras cuestiones como el género o las encuestas de redes sociales.
La realidad es que en estos momentos, no hay un parámetro fiel que determine cuál es la ruta para tener a la mejor candidata o el mejor candidato en los partidos que participarán el siguiente año, y la respuesta es porque no hay certeza de alianzas, ni de una estrategia definida.
Es decir, mientras unos trabajan en su posicionamiento personal, las dirigencias partidistas parecen estar ajenas a todo lo que sea la propia elección y luchan por conformar grupos de operación en municipios.
Las negociaciones entre partidos tampoco ayudan a definir quién puede encabezar las alianzas, y todo se resume a quién aparece más o quién es mejor visto en Facebook o entre sus propios colegas, por lo que los aspirantes se dicen ser los ungidos más por el esfuerzo personal que por la competitividad política.
Lo anterior significa en cifras reales, cuántos votos puede generar un proyecto y si existe como tal una logística para encarar un proceso que parece ser largo y costoso pero que debe redundar con el inicio de un nuevo sexenio en el estado.
La competitividad dentro de las campañas no representa el número de apoyos que se pueden dar o la cantidad de asistentes a los eventos; dicen que debe de verse como una operación matemática en el que la ruta comienza de ceros y debe ir sumando hasta multiplicar para llegar al mayor resultado posible el día de la elección. Hay muchos perfiles, pero poco se sabe si pueden ser capaces de lograr la suma de voluntades y de recursos para poder alcanzar el objetivo.
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