Que vienen días muy delicados en el manejo de la cuestión sanitaria, pues las señales han llegado a ser contradictorias: por un lado, el temido y al parecer inminente arribo de la variante ómicron, toda una incógnita en su letalidad; y por otro lado, los signos alentadores en el Estado de México, pues seguimos en semáforo verde.
Las cifras el sábado pasado marcaron un récord: por primera vez en toda la crisis que ya se acerca a los dos años, no hubo un solo contagio durante la jornada. Ojalá la población y autoridades sigan siendo prudentes.
Que debido a que el Instituto de Seguridad Social del Estado de México y Municipios (ISSEMyM) está a punto de la quiebra, el gobierno estatal propuso que el monto de las pensiones se actualice anualmente conforme al Índice Nacional de Precios al Consumidor. Una de las varias medidas de “terapia intensiva” para el instituto, que mucho hace por los burócratas mexiquenses.
La mala situación lleva años, y a nadie se le ven ganas de señalar formalmente a los responsables para fincarles cargos y que esta impunidad no se perpetúe. Por ejemplo ¿cuántos de los pensionados llegaron a ese estatus en plazas de “aviadores” y quién lo permitió? ¿Cómo se llegó a una cartera vencida superior a los 4 mil millones de pesos, por cuotas que nunca se pagaron? ¿Dónde se quedó ese dinero? En fin. Mientras tanto, la instancia se acerca al rigor mortis.
Que a estas alturas sería interesante evaluar, luego del “Efecto AMLO 2018”, cómo les fue administrativamente a muchos actuales alcaldes y alcaldesas, independientemente de lo político. Quizá sea una buena llamada de atención para que todos los partidos, pero en especial Morena, que tenía la mayoría, se ocupen más de la formación de sus cuadros.
Lo ideal sería que no solo sean personajes locales con empuje para ganar votos, sino que sean capaces de manejar el ayuntamiento para conservar los sufragios dando resultados y no den margen a la percepción de ser “la misma gata”. ¿O será mucho pedir?