El 21 de marzo se cumplirá un año de la inauguración del aeropuerto Felipe Ángeles, obra insigne del gobierno, calificado por Tartufo (ni más ni menos) como “el mejor aeropuerto del mundo”, o sea: el más chido. ¡Órale!
Se asignaron, según Hacienda, 92 mil millones de pesos para su construcción e interconexión. Según la Secretaría de Comunicaciones, la cancelación del de Texcoco nos costó 100 mil millones.
Si fueran ciertas estas cantidades, darían 192 mil millones de pesos, pero la Auditoría Superior de la Federación dio como costo (para la nación) de este batidillo más de 330 mil millones, cantidad superior a la estimada para el de Texcoco. Según tales datos, no hubo ahorro y sí un dispendio, consecuencia de la estulta arbitrariedad presidencial.
Ha sido denodado el esfuerzo del gobierno federal para convencer a las líneas aéreas sobre las ventajas de usar “el mejor aeropuerto del mundo”, y hasta hoy tal empeño ha fracasado, y los ingresos de tan “maravillosa” obra no cubren ni sus gastos.
Sin embargo, una novedad es el desesperado decreto presidencial para impedir a las líneas aéreas de carga utilizar el aeropuerto Benito J. de CdMx.
Al pasar la carga aérea a otros aeropuertos no sabemos cuánto se incrementará el costo final de las mercancías, pero sí se podrá reducir en un 3% (tan sólo un 3%) la saturación del aeropuerto Benito Juárez, y ayudará a pagar los costos de operación del Felipe Ángeles. Este aeropuerto, tan chido, no resuelve la demanda actual, ni resolverá la futura, en la capital de México.
Debemos repetir algo no menos lamentable y criminal: si no se hubiera cancelado el de Texcoco, a estas fechas estaría operando de manera holgada y segura, y, además, el viejo aeropuerto Benito Juárez habría dejado de operar, quedando libres sus 7,500,000 m² (y sus valiosos edificios) para construir escuelas, universidades, hospitales, comercios, campos deportivos y todo lo imaginable en beneficio de la capital y de millones de pobres habitantes de las zonas aledañas.
¡Qué ciudad capital en el mundo puede disponer (a 7 km de su centro) de 7,500,000 m²!, y México ha perdido esa oportunidad por la soberbia de quien sólo se propuso demostrar “quién manda aquí”.
Los villamelones en el gobierno (al ser pillos, resentidos y ponzoñosos) siempre confunden poder con grandeza.
Pronto terminará la pesadilla causada por esta administración pero seguirá peligrosamente colapsada la aviación en la capital, con enormes daños y perjuicios para la nación.
Ese decreto tartufiano es prueba de otro fracaso del ruin gobernante.
La segunda novedad es la amenaza oficial de permitir el cabotaje aéreo, lo cual significa para la aviación nacional una sentencia de muerte, porque es un siniestro sabotaje.
Debemos llevar a los gobernantes sinvergüenzas del presídium al presidio.
Diego Fernández de Cevallos