A finales de 2018 se echaron a la basura los dictámenes y opiniones de los expertos, los reclamos de las partes interesadas y de amplios sectores de la sociedad. Lo que parecía imposible que sucediera, por ser una aberración que acarrearía consecuencias perniciosas incalculables, simplemente sucedió.
Sin haber protestado el cargo, pero ya en el ejercicio pleno y absolutamente arbitrario del poder, canceló la construcción del aeropuerto de Texcoco y ordenó la ampliación del aeropuerto militar de Santa Lucía, hoy Felipe Ángeles.
Era momento de separar el poder político del económico. De ahí surgió el grito justificativo: “Para que sepan quién manda aquí”, condenando a la aviación en el Valle de México (por muchos años) a un manejo de alto riesgo, ineficiente y costoso, y privando a México del aeropuerto de categoría mundial que merece.
A cuatro años, afirmo que:
1) Tartufo trató de justificar la cancelación del aeropuerto en Texcoco alegando que había “gran corrupción” en esa obra y que resultaría costosísima, siendo una carga para los mexicanos de 300 mil millones de pesos. Pues, cuatro años después, no hay un solo empresario que haya sido llevado ante los tribunales y, por el contrario, todos ellos fueron indemnizados, apapachados en Palacio y recontratados en obras del gobierno federal. Además, el ex secretario de Hacienda de Tartufo, el Dr. Urzúa, afirma que el Aeropuerto Felipe Ángeles (aún sin terminar) ya lleva un costo directo para la nación de 450 mil millones de pesos.
2) El aeropuerto Felipe Ángeles y el Benito Juárez no pueden operar simultáneamente a su mayor capacidad; el rediseño hecho al espacio aéreo está presentando situaciones de alto riesgo; las líneas aéreas no quieren usar “el mejor aeropuerto del mundo”; y la Secretaría de Gobernación se ha inmiscuido en un tema que no le corresponde para forzar operaciones y darle vida artificial a ese bodrio presidencial.
3) El mayor agravio, que se suele soslayar, es el que se le cometió a millones de capitalinos y mexiquenses, pobres, que habitan en las colonias aledañas y cercanas al aeropuerto Benito Juárez. Se les privó de un beneficio que cambiaría diametralmente sus vidas. Nuevamente se prueba que “por el bien de todos, primero los pobres” no es más que la cantaleta de un sinvergüenza sin escrúpulos: Si se hubiera terminado el de Texcoco ya se estaría cancelando el Benito Juárez, dejando libres para la Ciudad de México 7 millones 500 mil metros cuadrados (a 10 kilómetros del Zócalo capitalino). Esa superficie equivale a la suma de 166 Plazas de la Constitución o Zócalos.
Cabrían en ese espacio escuelas, universidades, museos, bibliotecas, hospitales, comercios, campos deportivos y mucho más, para elevar la vida de millones de marginados. ¿Verdad, Tartufo, que te valieron… los pobres?
Diego Fernández de Cevallos