La historia del mundo da cuenta de las guerras ganadas por quienes fueron capaces de infundir miedo y desesperanza en los pueblos y ejércitos enemigos, independientemente de las fuerzas reales de los contendientes. Con faramallas, pantomimas bien calculadas y propagandas tramposas esas batallas se decidieron antes de los combates.
Eso sucede en la política cuando la falsa percepción sustituye a la realidad, y las emociones negativas no dejan espacio para la razón y desalientan el cumplimiento del deber. Si un bando tiene la sensación de la derrota inevitable, fácilmente decide su rendición.
México padece hoy esa intentona oficialista. El proceder altanero, violador de la ley, difamador y cizañoso del cuatrotero mayor y su hampa busca desmoralizar a los electores y a la oposición, bajo la falsa premisa de estar ya decididas las próximas elecciones en todo el país.
Eso sucedió recientemente en Estado de México con el derroche de dineros públicos, la intromisión ilegal y constante de Tartufo durante el proceso con su interminable vómito mentiroso y amenazante, como cuando dijo: “Si quieres que regrese la corrupción, ya sabes por quién votar”, “Si quieres que quiten los apoyos a los más pobres y a los adultos mayores, ya sabes por quién votar”.
Además, con docenas de encuestas manipularon esa elección, las cuales daban una supuesta ventaja de veintitantos puntos a la candidata oficialista, lo cual no sucedió pero inhibió la participación de muchos electores por considerar inútil sufragar, al suponer ya decidida la elección.
Esas encuestadoras, incompetentes o corruptas (o ambas cosas) dañaron gravemente a la democracia.
Si gobernará por seis años Estado de México quien obtuvo algo más de 3 millones de votos de un padrón con 12 millones 660 mil electores, algo anda mal.
No caigamos en el engaño: tan a la vista están las debilidades y desviaciones de los partidos opositores, como el desastre nacional causado por quienes se dicen “diferentes” pero son peores, al resultar más ineptos, ladrones y cínicos.
Los campos están marcados: en un lado, el Mapache Mayor en su palacio, apoyándose en las fuerzas armadas y el narcotráfico, y derrochando los dineros públicos para hacer con los más pobres su leva electoral; del otro lado están los partidos opositores y la clase media, asqueada del viejo pasado y del abominable presente, saliendo de su letargo y superando sus miedos.
El oficialismo guarda silencio cuando una diputada de cuarta espeta en la tribuna “las burras, las vacas y las puercas tienen los mismos derechos que las mujeres”, y una funcionaria pide a las medallistas de oro “que se quiten y vendan sus calzones”; pero rebuzna, ignorante y perverso, por mi afirmación de hace 28 años, y reiterada hoy: la fuerza de la muchachada y el viejerío rescatará a México.