Política

El debate nonato

Afirmo, a despecho de quien sea, que llevar a cabo debates (de cualquier naturaleza) entre tres o más adversarios es aberrante, pues suelen resultar mazacotes insoportables de propuestas generales, afirmaciones y reclamos inconexos y a veces gratuitos, sin que se disponga del tiempo razonable para ser adecuadamente controvertidos.

Si, además, se le endilgan 30 preguntas (algunas idiotas) llegadas del público, la estupidez es perfecta. Los verdaderos debates han de ser únicamente entre dos; las preguntas de los ciudadanos se deben formular a cada uno, en conferencias y entrevistas.

¿Quién ganó el llamado debate? Ninguno, por la sencilla razón de que no hubo tal; por eso se escuchan muchas y justificadas críticas.

El formato recientemente utilizado fue diseñado, consciente o inconscientemente, para impedir el debate, para obstaculizar a quien quisiera debatir y para ayudar a quien llegara a escurrirse desvergonzadamente. De ese nonato debate bien se puede aplicar la vieja sentencia de que: todos ellos lo mataron y él solito se murió.

Van unos ejemplos:

1) El reloj, mal ubicado y descompuesto, dañó el trabajo de los tres candidatos.

2) El manejo de las cámaras fue groseramente tramposo y sesgado, con evidente agravio para Xóchitl Gálvez.

3) La duración de casi 2 horas, con 30 preguntas ensartadas para ser respondidas en segundos, fue un ataque a las inteligencias de los candidatos y una falta de respeto a la tolerancia y a lo esperado por los espectadores. Decir que las preguntas del público enriquecen los debates es una sandez perniciosa, pues la calidad de esos encuentros resulta de la compostura y temple de los candidatos, de las ideas, propuestas y cuestionamientos que se crucen entre sí, y de la agilidad y contundencia de sus respuestas.

4) Si ese suceso se difundió por televisión, sobraron en la sala los “invitados especiales” y los autodenominados “anfitriones”.

En 1994, el primer debate presidencial en México no fue ni mucho menos perfecto, pero garantizó plenamente la equidad y el libre desempeño de los participantes; en ese espacio estuvimos cuatro personas: la conductora Mayte Noriega, Cárdenas, Zedillo y yo. Los camarógrafos estuvieron fuera de la sala con sus cámaras, las cuales tomaron las imágenes a través de pequeños orificios, evitando que estorbaran sus movimientos; ningún candidato estuvo en el centro ni a la orilla, porque se les veía y escuchaba únicamente en el momento de sus participaciones. El reciente formato en nada mejoró a los anteriores.

Por lo demás, a Xóchitl se le vio incómoda, combativa y directa; Sheinbaum siguió el guion que hizo o le hicieron: fue petulante, fría y algo cínica; el fosfo hizo unas señas raras, durante 2 horas enseñó los dientes y fue un diablito chusco de pastorela.

También en cuestión de debates debemos avanzar.


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Diego Fernández de Cevallos
  • Diego Fernández de Cevallos
  • Abogado y político mexicano, miembro del Partido Acción Nacional, se ha desempeñado como diputado federal, senador de la República y candidato a la Presidencia de México en 1994. / Escribe todos los lunes su columna Sin rodeos
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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