Policía

“Todo fue bajo amenaza”

El V estudió secundaria y prepa en Piedras Negras, para luego tomar un curso de electricidad en el Conalep. Algún tiempo trabajó de eso en un ayuntamiento de esta región fronteriza con EU.

También montaba toros de rodeo, aunque una fractura lo hizo abandonar la jineteada de forma prematura. Eso lo hizo sumirse en el alcohol y la cocaína, efectos bajo los cuales reconoce haber matado a una persona.

—Pasó mucho tiempo para que se supiera algo de lo que sucedió aquí. ¿Quién fue la primera autoridad que le preguntó algo a usted? —continúo la entrevista.

—La verdad, nunca se identificaron los policías en la primera investigación. Todo fue a base de tortura.

—¿Cómo?, ¿lo torturaron?

—Sí, para que dijéramos exactamente qué había pasado.

—¿Quién lo torturó?, ¿dónde fue?

—En el área donde está la cafetería, ahí. No nomás a mí, metieron ahí a varia gente porque querían saber lo que había pasado antes.

—¿A todos los golpeaban?

—Sí.

—¿Los Gates?

—No, no eran Gates, eran otros.

—Y ahora, que no lo están torturando ni nada, ¿puede contarme lo que dice que pasó?

—Eso, lo que le dije antes.

—¿Pero no dice eso solo porque lo torturaron?

—No, sí nos torturaron, pero sí se quemaron cuerpos aquí, como le dije.

—Usted sabe que a mí sí me puede decir la verdad, ¿de acuerdo? Yo no soy ninguna autoridad, solo soy un reportero y quiero entender lo que sucedió aquí en la cárcel.

—Esa la verdad. Es lo que siempre he dicho. Lo que no es verdad es eso de que nos pagaban 300 dólares por noche que les ayudábamos, eso no es cierto. Nunca nos dieron dinero. Nos daban cocaína, mariguana, cerveza, pero nunca hubo dinero.

—¿El comandante Nano era el jefe?

—Era el que traía todos los cuerpos. El que traía todo para acá. Y los que recibían no era el jefe de plaza, era el Franki Tenebras.

—¿No se arrepiente por no haberse ido en la fuga?

—No, no me arrepiento. Quizás ya estuviera muerto o ya me hubieran recapturado. Y esa es una prueba más de que nunca quise nada con ellos. Nunca estuve de acuerdo con las acciones que hacían.

—¿Qué otras cosas hacían?

—Eso, lo de la cocina…

—¿También alteraban coches, hacían vestiduras…?

—Una maquila de ellos. Pero allá esas áreas estaban cerradas. Yo no podía entrar, pura gente de ellos. Exactamente lo que se hacía ahí no sé.


Un grupo de peritos deseca el sitio para recolectar muestras. Especial
Un grupo de peritos deseca el sitio para recolectar muestras. Especial


—¿Y usted no entraba y salía de la cárcel como los demás?

—No, yo no. Magallanes sí era uno de ellos. Entraba y salía de aquí del penal a la hora que el quería.

—¿Magallanes?

—Sí, era encargado de todos los de la letra que estaban aquí.

—¿Cuál era su papel?

—Pues se puede decir que era como el comandante de ellos. Él ordenaba todo lo que se hacía. Él decía “hagan esto y esto” y eso se hacía.

—¿Y ahora cómo es la vida aquí?

—Como debería de estar siempre. Como estaba en Monclova, todo tranquilo. Cada quien su tiempo. Ni los custodios, ni los señores de Fuerza Coahuila se meten para nada con nadie. Siempre nos lo ha dicho el director: “lo que pasó, pasó. Eso ya se acabó y ahora vamos a irnos sobre el reglamento”.

—¿Ya no hay grupos ni pandillas?

—Nada. Ni mariguana, ni cocaína, nada. Todo lo que se vendía antes ya no hay nada. Desde que llegó la licenciada Aurora ya no hay nada de eso. Ya después la quitaron y ahora tenemos a este director pero todo está bien. No hay presión de nada.

—¿Usted qué siente después de lo que hizo, con lo que colaboró?

—Se puede decir que estoy arrepentido, pero no fue bajo mi voluntad. Si hubiera sido bajo mi voluntad sería otra cosa, ¿verdad? Se pensará diferente pero no fue así. Todo fue bajo amenaza.

—Iba a haber una misa aquí a fuera de los familiares de las víctimas…

—Algo se oyó en el radio.

—¿Usted quisiera mandarles un mensaje a los familiares de las víctimas que podrían ser algunos de los que murieron aquí?

—No, pues, ¿qué les puedo decir? No, no sé.

El día a día de El V en la cárcel de Piedras Negras transcurre entre su celda y el taller de carpintería, con escalas en el comedor. La figura que más le gusta hacer son unos toritos de madera. También hace caballos de vez en cuando. Los marcos grandes para espejo son los objetos que mejor cobra, junto con las bases para cama que le piden por encargo durante los días de visita. Pero a El V no lo visita su familia. Sus clientes son los visitantes de los demás.

—¿Usted va a la iglesia?

—No, pero voy a empezar a ir a tomar cursos para reducir la sentencia, que se haga más corta.

***

A 20 kilómetros de la cárcel de Piedras Negras, en la carretera rumbo a Ciudad Acuña está el tramo del río San Rodrigo donde eran tirados los escasos restos humanos que quedaban en los tambos usados por Los Zetas para desaparecer los cuerpos de sus víctimas.

El lugar es un río de poca agua que esa mañana nublada, cuando salí de la cárcel, parecía el río más triste del mundo.

Miro las fotografías del expediente oficial, donde un grupo de peritos deseca el sitio para poder recolectar muestras. El proceso me parece inverosímil, poco humano: ¿por qué habría de buscarse a personas entre partículas milimétricas, imposibles de ver a simple vista?

¿Cómo hemos sido capaces de crear semejante modernidad?, ¿qué diablo está pasando con el mundo? Cada vez entiendo menos lo que estoy investigando. 

Continuará...


El lugar donde se arrastran las serpientes/ capítulo IX, segunda temporada

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Diego Enrique Osorno
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