El director de la policía de Allende durante la masacre de 2011 se hacía llamar Roberto Cazares, pero su nombre real era Roberto Guadalupe Treviño: recibía 20 mil pesos mensuales de Los Zetas.
Bajo su mando tenía a un comandante de nombre Juan Ariel Hernández y a 22 agentes dados de alta cubriendo dos turnos. El comandante Hernández recibía 10 mil pesos por mes de Los Zetas, mientras que los demás efectivos entre 4 mil y 8 mil pesos.
Todos debían aceptar el dinero porque los sicarios amenazaban “diciéndonos que ellos eran los jefes o que las familias de cada uno de nosotros pagarían las consecuencias”. Los jefes de la plaza eran un par de hermanos apellidados Zaragoza Sánchez, llamados Gabriel y Germán.
Entre los centros de operación estaba un yonque ubicado en Mutualistas y Cinco de febrero, propiedad de los hermanos Alfredo y Juan Vázquez, Los Pandas. También era el lugar en el que desmantelaban los autos de las personas levantadas por Los Zetas.
Los policías más señalados en las investigaciones son Rogelio Flores, Alejandro Bernal, Guadalupe Ávalos y José Alfredo Jiménez. El policía José Alfredo Jiménez empezó a trabajar como halcón en julio de 2010, para el comandante zeta Tintín. Su base de vigilancia era un lavado de autos, desde el que se movía en una camioneta Ram que también le habían dado para vigilar Allende.
Había cuatro estacas en el pueblo, varios halcones y focas colocadas en diversos puntos. Un taxista era quien distribuía a los vigilantes en diversos puntos.
El comandante Hernández relató que una vez fue citado por El Pala en la calle Libertad, en donde le advirtió que la policía de Allende se tenía que poner a jalar, ya que para eso les pagaban. Le advirtió además que tenía reportes de que él no hacía mucho caso a sus órdenes, por lo que lo iba a “tronar” si seguían reportándole lo mismo sobre él.
A veces, El Pala ordenaba que no hubiera ninguna patrulla circulando en la ciudad ya que si veía alguna la iban a balacear, pero la mayoría de las ocasiones los policías de Allende tenían que ser activos vigilantes de Los Zetas.

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José Manuel Jasso fue agente de tránsito de 2008 a diciembre de 2013 y dice que tenían prohibido atender los reportes ciudadanos sin la autorización de Los Zetas. Cuenta que en una ocasión acudió a un llamado de violencia familiar, en el cual detuvo a un miembro de Los Zetas apodado El Cubano, por golpear a su esposa.
Poco después de dejarlo en las celdas de la cárcel preventiva, el policía Jasso recibió una llamada de la radioperadora pidiéndole que se presentara en la comandancia porque lo estaban buscando. En cuanto llegó, uno de los tres hombres que lo esperaban, lo abordó y le preguntó:
—¿Tú eres Jasso?
Tras responderle que sí, este lo sujetó y con la misma camisa que llevaba puesto le tapó la cabeza.
Los otros dos hombres le quitaron la fornitura y lo esposaron para luego subirlo a una camioneta. Luego de manejar durante cerca de 10 minutos pararon la marcha y bajaron. Le descubrieron el rostro y se dio cuenta de que estaban en un monte de las afueras. Los tipos le empezaron a dar tablazos en las nalgas diciéndole:
—¿No sabes que trabajas para nosotros? Nosotros somos los Gates.
El policía Jasso dice que no eran Gates, ya que cuando estos llegaban a Allende, todos los policías eran encuartelados. Después de la golpiza, le advirtieron:
—A la otra que vuelvas a hacer lo mismo, ya no te vamos a tablear, te vamos a dar piso.
Luego de eso volvieron a dejarlo en la comandancia.
A diferencia de sus compañeros, el policía Jasso declaró que solo algunas veces recibió el pago de Los Zetas, nunca de forma continua. Una de las tareas que le asignaban era ir a vigilar las unidades de la Marina y de los Gates y dar información sobre ellas.
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El policía Juan Rafael Arredondo Oviedo tenía 18 años cuando empezó a trabajar para Los Zetas. Dice que quien lo llevó con ellos fue su jefe, el comandante Hernández, quien les dijo que era muy peleonero. El policía Oviedo comenzó como foca, reportando los movimientos de militares o camionetas extrañas desde un punto fijo con un aparato de radio frecuencia. Entre sus compañeros estaban La Vaca, El Robocop, El Romo y El Chilero, quien era sicario, y El Pájaro, cocinero.
Jorge Carlos Franco Muñiz comenzó a trabajar como policía municipal de Allende a principios de diciembre de 2010. “Al momento de que me incorporo a las filas de la policía municipal me doy cuenta que todas las personas estaban relacionadas con Los Zetas”. El policía Franco dice que le tocó ver cómo Los Zetas llegaban a la oficina del director y entregaban paquetes con dinero.
Según el policía Franco, el comandante Ramos casi no iba a la comandancia, solo ponía a los policías en diversos puntos para que hicieran labores halcones y focas para Los Zetas. En una ocasión, Rogelio Flores, responsable de turno, citó a Franco y los demás agentes en el panteón municipal, donde unos Zetas comenzaron a tablearlos porque no habían reportado el paso de unas camionetas sospechosas.
El policía Juan Francisco Hernández aseguró que las órdenes de reportar si entraban soldados o alguna otra autoridad a Allende, o con placas de otros estados, las recibía de parte del comandante Ariel Hernández, mientras que del director de Seguridad Pública, Roberto Cazares, recibió un listado con nombres de las cantinas a las que debía ir a cobrar cuotas.
Al Bar Bakre le cobraba seis mil pesos; al bar Marruecos, dos mil pesos; y mil pesos a los bares La Ajua, Amaya, Copacabana y Casanova.
Todo esto era para mantener siempre bajo vigilancia a Allende.
Continuará...
El lugar donde se arrastran las serpientes/ capítulo III