Por no decir imposible, es muy difícil imaginar por lo que hoy está pasando la población de Acapulco tras la devastación dejada por el huracán Otis. Los esfuerzos hoy tanto del gobierno como de la siempre solidaria sociedad civil mexicana deben orientarse a la atención de esta etapa de emergencia, como de hecho está ocurriendo para acotar las más irreparables y relevantes pérdidas, las humanas.
Pasada esa etapa, sin embargo, vendrá la de reconstrucción, que, dada la magnitud del desastre, tendrá que ser mayor a la de muchos otros por los que nuestro país ha pasado anteriormente, y no es para menos: Otis es el huracán más intenso de que se tenga registro en una playa del Pacífico y el primero de esa categoría en golpear un centro urbano de la densidad de Acapulco.
Es aún temprano para conocer con precisión el impacto económico que tendrá el huracán, pero un modelador de desastres, Enki Research, estima costos de entre 10 y 15 mil millones de dólares (mdd) más las pérdidas adicionales por la temporada alta de turismo en la región, de diciembre a marzo.
Suponiendo esa cifra, que en pesos se aproxima a los 270 mil millones, habrá que buscar distintas fuentes de financiamiento e inversión que impulsen la reconstrucción del puerto. Los primeros mecanismos para ello, desde luego, son los aseguramientos tanto públicos como privados de que pueda echarse mano. En lo que corresponde a los públicos, el Fonden, más allá del ruido estéril sobre su carácter de fideicomiso o programa, cuenta con 14 mil 200 millones de pesos, aunque una buena proporción tendrá que utilizarse en la actual etapa de emergencia. Adicionalmente, el gobierno federal cuenta con un bono catastrófico por 485 mdd (8 mil 370 mdp), así como un seguro por 5 mil mdp. Respecto a los privados, la penetración del aseguramiento en Guerrero es baja y la Asociación Mexicana de Agentes de Seguros y Fianzas (Amasfac), estima que el monto a pagar por aseguradoras difícilmente superará los 2 mil 675 millones de dólares (alrededor de 48 mil 150 mdp de hoy) que en su momento dejó el huracán Wilma. En total, los recursos con los que podrá contarse de entrada para financiar la reconstrucción estarán en el orden de 28 por ciento de los necesarios.
De esta manera, el resto del financiamiento deberá provenir de una combinación de inversión pública y privada que puede articularse a partir de un programa integral de reconstrucción coordinado federalmente con la participación de los tres órdenes de gobierno y de inversionistas, desde los locales de pequeña escala hasta los institucionales de alcances nacionales e internacionales.
Es importante tener presente que, en una catástrofe de esta magnitud, todas las etapas toman su tiempo. Por poner un ejemplo internacional, en el caso de Katrina, en Nueva Orleans en 2005, la etapa de emergencia tomó seis semanas, la restauración de la infraestructura básica tomó entre 40 y 60 semanas y la reconstrucción total varios años. En cualquier caso, no debe quedar duda de que Acapulco, ese puerto que tanto ha dado a México, contará con el apoyo de todo el país para ponerse nuevamente en pie.
Alfa positivo. Muy oportunamente convocó ayer Zoé Robledo al consejo técnico del IMSS ayer para obtener autorización de una importante serie de medidas de apoyo económico tanto a derechohabientes como a empleadores de Acapulco. Lo aprobado, que va desde suspensión de plazos y pagos diferidos, hasta continuidad de derechos y ayuda económica para guarderías, entre otras, permitirán sortear la crisis con menos dificultades.
Alfa negativo. En contraste con la habitual solidaridad de la sociedad mexicana, que una vez más se ha evidenciado tras el paso de Otis, algunos actores políticos e influenciadores de redes han emitido mensajes de confusión y desinformación que no solo no ayudan a superar la actual dificultad, sino la agravan. Ojalá en adelante estén a la altura de nuestra sociedad civil y enfoquen sus esfuerzos a ser parte de la solución y no del problema.